Monsanto sucks!

lunes, 25 de febrero de 2013

El bien común de la humanidad: Un paradigma post-capitalista frente a la ruptura del equilibrio del metabolismo entre la naturaleza y el género humano



François Houtart

Sociólogo belga. Fundador de la ONG Centro Tricontinental (Cetri), en Lovaina la Nueva, Bélgica


Tercera Conferencia para el Equilibrio del Mundo
La Habana, 28-30 de Enero 2013


La múltiple crisis actual provee la oportunidad de una reflexión que sobrepasa lo inmediato y la Conferencia Por el Equilibrio del Mundoes un lugar particularmente adecuado para este fin. Abordaremos en primer lugar el porqué de un nuevo paradigma, después la ruptura del equilibrio del metabolismo socio-ambiental y el aporte de Carlos Marx, y finalmente la reconstrucción de este equilibrio y la transición hacia la dimensión ecológica del socialismo.
1. ¿Por qué un nuevo paradigma?
La organización capitalista de la economía se basa sobre la lógica de la ganancia y de la acumulación privada con la ignorancia de las externalidades sociales y ecológicas. Ella conlleva la explotación de la naturaleza, una ley del valor exclusivamente basada sobre el cambio, el capital como principal sujeto de la organización colectiva y de la historia, y la colonización de la cultura. En su fase neoliberal, el capitalismo llevó la ruptura del metabolismo socio-ambiental a un nivel jamás alcanzado y destruyó los logros sociales del periodo keynesiano.
La pregunta es saber si se puede mejorar la situación socio-ambiental y contener los efectos de la crisis, dentro del cuadro del capitalismo. Hasta un cierto punto, la respuesta es sí. En la medida que nuevas prácticas sean fuentes de provecho, ellas serán adoptadas. El ejemplo del "capitalismo verde” lo comprueba. Pero si no es el caso, ellas serán rechazadas o rápidamente abandonas. Por otra parte, cuando los daños ecológicos empiezan a afectar la tasa de ganancia y cesan de ser "externalidades”, o cuando las resistencias sociales ponen en peligro el modo capitalista de producción y de circulación, este último acepta regulaciones, pero siempre a condición que sean market friendly y provisionales.
Rémy Herrera recuerda que la macroeconomía neoclásica ha reintegrado los temas ambientales en una teoría del crecimiento que excluye una interpretación de los recursos naturales como patrimonios comunes, para incluirlos en categorías propias del capital (capital natural, por ejemplo), "para someterlos a un proceso de acumulación, de remuneración y de acumulación capitalistas, en una lógica exclusivamente orientada sobre el provecho”(1).
Al mismo tiempo, el sistema es capaz de seguir destruyendo los ecosistemas del planeta por la obtención de provechos a corto plazo y de explotar millones de trabajadores formales o informales en beneficio de minorías que se enriquecen. En consecuencia, las luchas deben superar las regulaciones del capitalismo, aún si son eventualmente necesarias a corto plazo, para atacar el fundamento de la lógica que preside a su desarrollo. Es lo que Carlos Marx propuso en su obra. Hoy, se trata de perseguir este propósito y de proponer una filosofía de la vida colectiva de la humanidad en el planeta, adaptada a las nuevas circunstancias. Eso no puede ser sino el fruto de las luchas sociales y revolucionarias, combinadas con un pensamiento crítico.
El nuevo paradigma tiene que adoptar orientaciones opuestas a las de un capitalismo que está llegando al colmo de su carácter destructor y que, por consecuencia, es un instrumento de muerte, tanto por el planeta como por el género humano. Proponemos el concepto de Bien Común de la Humanidad, no como un eslogan, o menos todavía como una concepción mesiánica, sino como un instrumento analítico y una meta colectiva, que puede recibir varios nombres, desde el sistema de necesidades y capacidades de Marx, hasta el Socialismo del Siglo XXI de América Latina, o el Sumak Kawsay de los indígenas kichwa del Ecuador. Lo importante no es el nombre, sino el contenido(2).
Se trata de la posibilidad de producir, reproducir y mejorar la vida, en todas sus dimensiones, de la naturaleza y de su parte consciente (y por ende responsable), la humanidad. Tal concepto se traduce concretamente en los varios elementos que constituyen los cuatro fundamentos de la vida colectiva de la humanidad en la Tierra, que cada sociedad tiene que abordar, cualquiera que sea el modo de producción: relación a la naturaleza exterior, producción de la base material de la vida, organización colectiva social y política y cultura.
En primer lugar, la relación social con la naturaleza debe asegurar la regeneración de la tierra y una utilización razonable de los recursos no renovables. Ello significa pasar de la explotación (concepto del capitalismo) al respeto de la tierra como fuente de toda vida, física, cultural, espiritual, y fomentar una visión biocéntrica del universo. En segundo lugar, la posibilidad para todos de acceder a las bases materiales de la vida, exige que se privilegie el valor de uso frente al valor de cambio (eje central de la acumulación capitalista), con relaciones de producción sin explotación del trabajo y sobre la base de la solidaridad.
La tercera dimensión es la organización colectiva, social y política que tiene que asegurar la participación de todos en la generalización de la democracia en el conjunto de las relaciones e instituciones sociales, fomentando la construcción continua de los grupos y de las personas humanas como sujetos sociales a los varios niveles. Finalmente, la participación de todas las culturas, los saberes, las filosofías, las espiritualidades en la elaboración de una visión holística de la realidad y la ética social, pondrían fin a la hegemonía de una cultura (occidental) instrumentalizada por el mercado.

2. La ruptura del metabolismo entre naturaleza y género humano
El proceso de ruptura del equilibrio en el intercambio de materias entre los seres humanos y la naturaleza (metabolismo) empezó con la industrialización capitalista y se desarrolló durante los dos siglos pasados; y con una aceleración fuerte desde la mitad del siglo XX. Se realizó dentro de un proceso de concentración de un capitalismo de monopolio, que acentuó la brecha entre el Norte y el Sur. Los países socialistas han seguido el mismo camino para el desarrollo de sus fuerzas productivas. Hoy en día, los países emergentes adoptan un modelo similar de desarrollo industrial o como proveedores de materia prima en la división internacional del trabajo. Sin embargo, ya Carlos Marx había anunciado los efectos dañinos de tal lógica.
2.1. El aporte de Carlos Marx
Debemos reconocer que los aportes de Marx en este dominio no fueron muy utilizados en la literatura crítica, aún marxista, sino hasta los últimos años(3). Tampoco aparecen centrales en las publicaciones de los países socialistas, a pesar de ofrecer una base de interpretación de lo que el mundo está viviendo en nuestros tiempos. Una reubicación socio-histórica de la cuestión ambiental puede ayudar a entender el porqué.
Por una parte, el pensamiento social crítico se focalizó en la trasformación de las relaciones de producción y, por otro lado, los países socialistas buscaban el desarrollo de las fuerzas productivas para construir las bases del socialismo. La visión de un progreso material lineal sobre un planeta inagotable, herencia de la modernidad adoptada y reproducida por el capitalismo, no fue puesta en cuestión. Menos todavía cuando el socialismo se definió como una superación del capitalismo en la producción de bienes y servicios. Los daños ecológicos eran considerados como una externalidad. Ese modelo se puede verificar aún hoy en día en el tipo de desarrollo de un país como China, donde a pesar de un reciente discurso oficial de defensa de la naturaleza, las prácticas contrarias siguen. En este sentido, Cuba fue una excepción, con la alerta muy temprana del comandante Fidel Castro(4) sobre el tema, y la emisión mínima de gases con efecto invernadero por el país(5).
Marx utilizó la noción de metabolismo, de creación reciente en las ciencias naturales de su tiempo, significando en este caso el intercambio orgánico entre los seres humanos y la naturaleza (Stoffwechsel). Para interpretar eso, es necesario hacer primero referencia a la concepción marxiana de la naturaleza. Se trata de una realidad que tiene su existencia propia, sus leyes y su vida independientemente de toda consciencia y voluntad humana (A. Schmidt, 1976, 78). "la materia misma no la ha creado el hombre”escribe Carlos Marx(6). Por otra parte, "El hombre mismo… es un objeto de la naturaleza, una cosa, aunque sea una cosa viva y autoconsciente”(7). Si existe un intercambio, es con la "naturaleza externa” al ser humano, es decir todo lo que él utiliza para vivir y todo lo que él retorna después de la utilización (deshechos, objetos inútiles, hasta su propio cuerpo).
El trabajo es la base de este intercambio. Lo expresa Marx de la manera siguiente: " Como creador de valores de uso, como trabajo útil, pues, el trabajo es, independientemente de todas las formaciones sociales, condición de la existencia humana, necesidad natural y eterna de mediar el metabolismo que se da entre el hombre y la naturaleza, y, por consiguiente, de mediar la vida humana”(8). Los valores de uso sirven para satisfacer las necesidades de la vida humana y son "combinaciones de dos elementos, la sustancia natural y el trabajo”(9). Por otra parte, el valor de cambio no contiene ningún material natural(10). Es el producto de una relación social.
El trabajo es creador de valores en el plano formal y la naturaleza en el plano material. Y así, según Marx, "El trabajo es el padre (de la riqueza material) y…la tierra su madre”(11). La fuerza de trabajo es "ante todo materia natural trasformada en organismo humano”(12)Es en este sentido que Marx habla de "metabolismo social”, porque el intercambio es siempre mediatizado por una forma social particular. "Cada modo de producción y de reproducción de la vida que ha desarrollado la humanidad es un régimen particular de organización de dicho metabolismo social-natural”, escribe Miguel Ruiz(13). Jazon Moore, que fue últimamente uno de los más importantes intérpretes del pensamiento marxista en este dominio, no duda en afirmar que "el capitalismo es un régimen ecológico”(14).
2.2. La fractura del metabolismo por el capitalismo
Cuando Marx dice que la característica del capitalismo es destruir las bases de su propia riqueza, la naturaleza y el trabajo, se trata de entender por qué no es el efecto de un accidente del sistema, sino el fruto de su propia lógica. Ello es lo que va a permitir a Marx adelantar la percepción de los eventos que vivimos actualmente. Miguel Ruiz Acosta, del Instituto de Altos Estudios Nacionales del Ecuador, lo explica muy claramente. En las sociedades pre-capitalistas, los ciclos de reproducción de la fuerza de trabajo (capacidad humana de trabajar) y de la naturaleza estaban mutuamente condicionados. "El hombre hace parte de la naturaleza y este metabolismo primitivo se refuerza en el proceso de preservación de su ser”, escribe Jean-Luc Cachon(15). Al contrario, en el capitalismo, el capital tiende a subordinar estos ciclos a su propia reproducción: "La naturaleza aparece como su obra (del hombre) y su realidad”(16). El capitalismo, de hecho, es un modo de civilización, donde el valor de uso está subordinado a la riqueza abstracta, lo que está en el origen de la destrucción de los equilibrios del metabolismo socio-ambiental.
Marx hace notar que el ritmo de reproducción de la naturaleza ("sustancias vegetales y animales sometidos a leyes orgánicas, ligadas a ciertos lapsos naturales”)(17) no puede aumentar al ritmo del capital fijo (máquinas, etc.) de países industrializados. La lógica de la reproducción del capital es generar una riqueza abstracta (valor) capaz de aumentar a lo largo de sus sucesivos ciclos reproductivos (reproducción ampliada). La producción de valores de uso en forma de mercancía (valores de cambio) es el medio para alcanzar este fin(18)
Es esta contradicción entre los ritmos la que engendra la fractura del metabolismo social. ” Marx utilizó el concepto de ‘fractura’ abierta en la relación metabólica entre los seres humanos y la tierra para denotar el extrañamiento material de los seres humanos, escribe J. Forster, dentro de la sociedad capitalista, en relación con las condiciones naturales que constituyen la base de su existencia, lo que denominaba "las sempiternas condiciones de la existencia humana impuestas por la naturaleza.”(19)
Para Marx, el proceso empezó con la industria urbana, pero se prolongó con la esquilmación de los suelos por la agricultura industrial provocando "un desgarramiento insanable en la continuidad del metabolismo social, prescrito por las leyes naturales de la vida.”(20) Desde la fecha de este escrito de Marx, el proceso se aceleró, con una población urbana que alcanza más de la mitad de la humanidad, produciendo desechos en cantidad incontrolable, una industria emitiendo millones de toneladas de gases de efecto invernadero, transportes contaminantes irracionales y un acaparamiento de tierras para monocultivos destructivos de los suelos y la contaminación del agua. El proceso está acompañado por una subordinación real y formal del conjunto de la fuerza de trabajo mundial al capital.
El agotamiento de los recursos naturales (la naturaleza externa, como los llama Marx) con la expansión del mercado mundial, provoca una crisis de escasez(21). Hay una contradicción entre la sobreproducción de los elementos fijos del capital (maquinaria, infraestructura, etc.) y la subproducción de las materias primas, que al mismo tiempo tienden a aumentar de precio(22). " El resultado, escribe Gian Carlo Delgado, de la UNAM de México,es que la dinámica de acumulación de capital en los espacios territoriales concretos pone ya en cuestionamiento la preservación de los bienes comunes y, con ello, incluso la viabilidad misma de la vida, no solo la humana”(23). Así, Carlos Marx ya había dado la alerta, lo que no fue oído por la mayoría de los constructores de las sociedades socialistas del siglo XX. A pesar de no haber podido prever el agotamiento de las riquezas naturales, también él había establecido bases teóricas solidas sobre la relación entre los seres humanos y la naturaleza y anticipado lo que podríamos llamar hoy en día, con Michael Löwy(24), el eco-socialismo.
2.3. La dimensión de la fractura
Hoy en día todos los indicadores apuntan sobre una crisis de dimensión jamás alcanzada. Se trata de una mundialización de la fractura. Es una evidencia que Miguel Ruiz subraya:"Si bien la fractura metabólica asociada a la emergencia del capitalismo comenzó a la par de la industrialización… fue durante el siglo veinte cuando la mundialización del capital amplió tal fractura en proporciones nunca antes vista”(25).
Tim Appenzelles, de Nature Magazine, se preguntó durante el Foro Económico Mundial de Davos (2012): «¿No hemos sobrepasado el punto de no-regreso?”(26). El informe preparatorio al Foro de 2013, señalaba que la tierra había perdido el 30% de su potencialidad reproductiva. John Saxe Fernández, por su parte afirma que en las circunstancias actuales, el crecimiento económico es incompatible con los límites materiales de la naturaleza(27).
Es interesante hacer notar que en 2013, el FEM de Davos se preocupó de estas situaciones(28). Se manifestó una inquietud fuerte por situaciones de riesgo en el mundo actual: los eventos extremos del tiempo, tempestades e inundaciones en aumento; los progresos en la geo-ingeniería que ofrecen la posibilidad a grupos terroristas de actuar sobre el clima; la militarización del espacio; y también, el crecimiento de la desigualdad entre ricos y pobres, que conduce a protestas sociales eventualmente violentas. "Estamos frente a dos tempestades al mismo tiempo, una ambiental y la otra económica”, decía John Drzik, el Presidente de la Compañía de seguro Oliver Wyman, durante la preparación del evento. El informe presentado al Foro recomendaba a los Gobiernos nombrar un Ministro de Riesgos.
En verdad, estos factores pueden poner en peligro el modelo de acumulación dominante. Se reconoce que la relación con la naturaleza es un factor que implica una responsabilidad humana y, en Davos, se propusieron medidas de regulación. Sin embargo, la gravedad de la situación no parece haber llegado a la consciencia colectiva de este grupo de dirigentes económicos y políticos.
Según Paul Crutzen, premio Nobel y Eugene F. Stoermer, hemos entrado en una nueva era geológica, el Antropoceno, caracterizada por el hecho que los procesos naturales están ahora alterados por los seres humanos(29). Lo más grave es que parece evidente que hemos llegado a una doble contradicción: el modelo no puede reproducirse a largo plazo y tampoco no puede extenderse al conjunto de los grupos humanos en el planeta(30). De ahí la ilusión del "desarrollo” sin cambio de paradigma y del "desarrollismo” de los países "emergentes”.
1)Los principales dominios de la ruptura y sus efectos
Antes de entrar en más precisiones, falta recordar el vínculo entre la el tipo de sociedad y la ruptura del metabolismo socio-ambiental, para no limitarse a una visión ecológica demasiada simple. Aún en un mundo globalizado bajo la hegemonía del capitalismo, todas las sociedades no tienen la misma responsabilidad (cada ciudadano de los Estados Unidos emitía en 2004, 20 toneladas de CO2 en la atmosfera, cada Europeo, 10 toneladas, cada Chino, 4,2 (en 2012, 7 toneladas) y cada Indio 1,2) ni tampoco todas las clases sociales (en los Estados Unidos, el 1% superior emite anualmente arriba de 100 toneladas de CO2).
Así al analizar los dominios de la ruptura y sus efectos, debemos siempre preguntarnos quienes son los actores, quien produce los bienes o los servicios, quien los consume. A menudo se atribuye al crecimiento demográfico la causa de los problemas ambientales. Es verdad que el ser humano es por sí un depredador de la "naturaleza externa”, como decía Carlos Marx, pero no son los más pobres que son responsables de la sobre-explotación del planeta, sino los ricos. Por otra parte, la tendencia demográfica mundial tiende a estabilizarse a medio plazo, pero a condición de responder a las necesidades vitales de las poblaciones pobres, que en este caso limitan su capacidad reproductiva.
Además, como es la lógica de los ciclos de reproducción (amplia) del capitalismo que construye la contradicción con los ciclos de recuperación de la tierra, debemos ser conscientes que los fenómenos que abordaremos son el fruto de estrategias del sistema para instrumentalizar todos los mecanismos naturales y sociales en función de sus objetivos: una concentración monopolística y la extracción de excedentes de la periferia, el ejercicio del poder a la escala mundial, el desarrollo de geopolíticas adecuadas(31). Los dos factores fundamentales del proceso actual son, por una parte, el agotamiento de los recursos no renovables y por otra parte, la degradación de las fuentes no-renovables.
-El agotamiento de los recursos no-renovables
No hay un día sin nuevos datos sobre este fenómeno. Helmut Haberl, del Instituto para la Ecología social de Viena, calculó que durante el siglo XX, el crecimiento mundial de extracción de recursos aumento en 9.5 veces: la biomasa se multiplicó por 3.8, el uso de combustibles fósiles por 13 y la extracción de minerales industriales por 31. Los recursos no-renovable constituyen alrededor del 70 % de todos los recursos utilizados por la humanidad(32).
Sin embargo, es después de la segunda guerra mundial que el fenómeno se acentuó, con la reconstrucción de la posguerra (los treinta años gloriosos). El "Consenso de Washington” o la era neoliberal, acelero el proceso, con la liberalización del comercio mundial y la privatización de los sectores públicos. Fue una época de despilfarro considerable de recursos naturales a bajo precio, irracional en vista de las necesidades, pero no en función de las ganancias y de la acumulación del capital.
La consciencia del agotamiento de la mayoría de los recursos dentro de un tiempo previsible, y en particular de las fuentes de energía (el petróleo en aproximativamente 40 años, el gas, en 60 años – solo en carbón tiene por 2 siglos de vida al ritmo actual de consumo) tiene varias consecuencias. En primer lugar se trata de asegurar el control de las reservas y por eso de obtener la mayor extensión de concesiones sobre tierras potencialmente utilizables para la explotación petrolera o minería o para monocultivos. En segundo lugar, es necesario promover nuevas tecnologías capaces de extraer material de yacimientos actualmente inútiles, pero no agotados o de rentabilizar mejor nuevas explotaciones (ende las minas a cielo abierto, con todas sus consecuencias ecológicas y sociales). En tercer lugar, esta preocupación orienta la geo-estrategia militar mundial: bases al extranjero en zonas de recursos importantes, intervención directa (Iraq, Afganistán, Libia, Mali). En breve, la misma lógica de acumulación capitalista lleva a un límite que temprano o tarde significara un callejón sin salida.
-La degradación de las fuentes no-renovables
La principal destrucción es la de los "pozos de carbono”, es decir los lugares de absorción natural de los gases de efecto invernadero: las selvas y los océanos, mientras la emisión de estos gases sigue aumentando. La deforestación sigue en los tres continentes del Sur: la selva amazónica, en América del Sur, que corre peligros graves por el monocultivo de soja, de palma e indirectamente de caña de azúcar, y por las políticas extractivas de petróleo y de minerales; en África central y en Malasia-Indonesia, por las mismas razones. Esfuerzos de reforestación se realizan en el Norte, pero son insuficientes. Solamente China ha puesto en marcha un programa de gran amplitud. La acidificación de los océanos y el alza de los mares están en relación con el calentamiento del planeta y es un obstáculo para la absorción del CO2. Según la organización Meteorológica Mundial (WMO) en el polo Norte, el hielo ha perdido el 18% de su consistencia entre 2007 y 2012(33). El Ártico pierde siempre cada vez más su capa de nieve(34). El Instituto Postdam, para el impacto climático, afirma que en los veinte últimos años, el nivel de los mares aumentó 60% más rápidamente que lo previsto(35). Alrededor del 60% de toda la producción mundial pasa por los océanos y cada día unos 22.000 barcos de más de 400 toneladas recorren esos océanos(36), fruto del "turboconsumismo”(37) y de la liberalización irracional del comercio, con la contaminación que eso conlleva; sin hablar del despilfarro de materias primas y de energía. Cada año, 3,5 millones de barriles de petróleo se derraman en los océanos(38). Entre 1962 y 2005, el volumen de exportación de productos extraídos ha pasado de 30 millones de toneladas a 40 millones(39).
El modelo capitalista de agricultura se construye, no solamente sobre la concentración de las tierras en un proceso de real contra-reforma agraria a escala mundial y la expulsión de los pequeños campesinos, sino también con el uso masivo de productos químicos. Según el World Resources Institute, en 45 años, más de 1.200 millones hectáreas de tierras arables (equivalente a la superficie de China y de la India juntos) fueron contaminados(40). Solamente en Argentina, en 2012, se utilizó 370 millones de kg de veneno (68% glifosato) para la agricultura(41). En las zonas de fumigación, los cánceres alcanzan el 30% de la población, contra el 18% en las otras zonas(42). Se contaminan las aguas, tanto las capas subterráneas, como los ríos y los mares (como ejemplo el fenómeno de los mares muertos en las embocaduras de los grandes ríos del mundo). Con el cambio progresivo en la alimentación, la producción de carne aumenta. Las reses, que hacia 2001 eran más de 1530 millones en el mundo, producen más metano y CO2 que toda la población humana(43).
El acaparamiento de las tierras se realiza en gran escala en África, con reales peligros para la soberanía alimentaria. Se trata de corporaciones multinacionales o de Estados, en búsqueda de grandes extensiones de territorio para concesiones de extracción petrolera o minera, para producir alimentos humanos y animales y sobre todo para agro-combustibles. Mozambique es un ejemplo particular, con dos contratos de mega dimensión. El primero fue el acuerdo firmado en Brasilia en 2010, con la Comunidad Europea y el Gobierno de Brasil para el desarrollo de 4,8 millones de hectáreas de caña de azúcar, con capitales europeos y tecnología brasileña para abastecer a Europa en etanol. En segundo es el proyecto ProSavana, donde el Gobierno brasileño, el sector privado de Brasil y empresas japoneses tienen el proyecto de utilizar 14 millones de hectáreas en lo que se llama el Nacala Corredor, para producir soya, maíz y cañas. Empresas del agro-negocio brasileño serían las encargadas de la producción; y una multinacional japonesa, de la exportación(44). GV Agro, filial de la Fundación Getulio Vargas, coordina los inversionistas brasileños, bajo la dirección de Roberto Rodríguez, antiguo ministro de Agricultura. Charles Hefner de GV Agro afirma que se trata de una "zona abandonada”, sin agricultura, pero el movimiento campesino mozambiqueño UNAC, afiliado a la Vía Campesina, contesta que es una zona de cultivos en alternancia y que este proyecto afectará a millones de campesinos.
-Los efectos ecológicos y sociales
Solamente podemos citar algunos de estos efectos. El calentamiento del planeta es probablemente el más inquietante. J. Hansen de la NASA escribe que los casos de calor extremo en el verano se han multiplicado por 13 desde los años 1980(45). Las varias conferencias de la ONU hacen pronósticos que van desde 2 grados centígrados de aumento para el fin del siglo XXI, hasta 4 y más. Eso significa sequías y falta de agua en varias partes del planeta (Sahel, Asia central) impidiendo la posibilidad de la vida. Centenares de millones de migrantes climáticos se prevén hacia la mitad del siglo, y decenas de especies vivas desaparecerán.
La falta de agua resulta también de otras causas. Así, el fracking, en los Estados Unidos, exige la utilización para las inyecciones a alta presión, entre 8 y 30 millones de litros de agua por pozo, y solamente un solo yacimiento en Pensilvania tiene 200,000 pozos(46).
La contaminación, como lo hemos visto a propósito de la agricultura, tiene también efectos importantes en las ciudades. El 12 de enero de 2013, Pekín ha conocido el peor caso de polución de su historia, según la Señora Zhou Rong, jefa de la oficina del Clima y de la Energía de Asia Oriental de Greenpeace(47). La visibilidad era de menos de 100 metros. El hospital para niños recibió los días siguientes más de 7.000 pacientes por día a causa de esta contaminación(48).
El GIEC, Grupo de los expertos internacionales que asesora la Organización de las Naciones Unidas sobre estas cuestiones, se muestra cada vez más insistente para que decisiones se tomen a nivel internacional, indicando que el tiempo urge. La situación es más grave de lo que se piensa, ya que, según Jean Pascal van Ypersele, vice-presidente del GIEC, los informes del grupo son el resultado de un compromiso entre los expertos, lo que se traduce en posiciones conservadoras.
-El desafío ético
Frente a estas situaciones existe un desafío ético para el conjunto de la Humanidad. La responsabilidad es evidentemente diversa, pero es universal. La inspiración de José Martí en este sentido pude ser importante, él que puso la ética en el centro de su pensamiento filosófico y de su acción política. No solamente soluciones deben ser encontradas, sino que son urgentes. Los protagonistas del sistema capitalista están preparados para condenar los actores incapaces o corruptos a condición de salvar la lógica del sistema (es decir sus intereses). Por eso hablan de "economía verde” y también del sacrificio de algunos sectores de la población para salvar la mayoría. Otros hablan de regulaciones del sistema porque el mercado no es capaz de auto-regularse (neo-keynesianos). Pensamos que la crisis sistémica exige un nuevo paradigma y que eso es un imperativo ético.

4. La reconstrucción del equilibrio del metabolismo entre la naturaleza y los seres humanos por un cambio de paradigma y las transiciones
El problema de la ruptura del metabolismo socio-ambiental es el resultado de una lógica más amplia que abarca el modo de acumulación y el predominio del valor de cambio, la organización colectiva al servicio de la reproducción del capital y la visión del mundo orientada por un progreso lineal en un planeta inagotable al servicio de una minoría. La reconstrucción del metabolismo es solamente una parte de la solución. Es necesario desarrollar un enfoque holístico teniendo en cuenta la necesidad de proponer un paradigma nuevo de conjunto.
4.1. Un equilibrio renovado como parte del nuevo paradigma
Es el paso que hace Carlos Marx, cuando él afirma que la única manera de restablecer el equilibrio es la construcción del socialismo. Se trata de contradecir la lógica de acumulación del capitalismo y de realizar una construcción social alternativa, permitiendo "hacer la paz con el planeta", como dice John Saxe Fernández(49). Jean Luc Cachon añade un comentario: "Es por este lado que el comunismo es reconciliación, teleología del retorno a la unidad; él será, según las palabras de Marx: "el naturalismo cumplido del hombre”(50), "verdadera solución del antagonismo entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre”(51).
Con la experiencia del socialismo del siglo XX, debemos preguntarnos de qué socialismo se trata. Evidentemente, todas las realizaciones concretas de este último fueron pasos en una transición, sin embargo, la mayoría de ellos no fueron ejemplos de nuevas relaciones de las sociedades humanas con la naturaleza externa ni de la generalización de la democracia. Es por eso que la reflexión tiene que progresar y las experiencias que avanzar. Por una parte está la propuesta de una definición del contenido del socialismo como proyecto, es decir de una meta: el Bien común de la Humanidad o las condiciones de la producción, reproducción y mejoramiento de la vida, como contenido del socialismo y por otra parte, la concretización de esta meta en los cuatro ejes de la vida colectiva de la humanidad en el planeta, ya citados previamente y que definen las etapas de la transición socialista.
Todo esto puede parecer una utopía en el sentido de una ilusión(52), pero no lo es. Miles de iniciativas, de luchas y de organizaciones existen en el mundo entero actuando en un sector u en otro de los cuatro ejes. Lo que se necesita es una coherencia teórica y una convergencia de las luchas frente a una resistencia siempre más violenta del sistema. Eso es el desafío fundamental para el futuro.
4.2. Las transiciones
En los límites de este trabajo, no podemos entrar en detalles e indicaremos solamente las grandes líneas de una reflexión ya en curso. Se habla de transición cuando un sistema no tiene más las capacidades necesarias de su reproducción (varios elementos empiezan a faltar) pero un nuevo sistema socio-ambiental tampoco se ha establecido para reemplazar el precedente(53). Se trata de un proceso dialéctico realizado vía luchas sociales. Sin embargo, existe una exigencia fundamental, que la meta de las luchas y las realizaciones políticas sean pasos reales hacia el nuevo paradigma y no solamente adaptaciones del sistema a nuevas demandas de tipo ecológico o a resistencias sociales. En este caso no se trata de transición. Es el trabajo empírico que permitirá descubrir el sentido de los fines y de las medidas concretas.
Terminamos con una triple conclusión. La primera es la necesidad de una convergencia concreta de luchas. La labor realizada por los Foros Sociales Mundiales, para crear una consciencia social nueva a nivel mundial, ha sido un gran paso permitiendo también la constitución de numerosas redes de movimientos e iniciativas sociales. Tiene que continuar, porque muchos pueblos deben todavía entrar en este proceso. Sin embargo, eso no basta. El próximo paso es la organización de la convergencia con el fin de constituir una nueva relación de fuerza a la escala mundial. Algunos, como Hugo Chávez y Samir Amín han llamado a crear la Quinta Internacional. Otros, dudando de la pertenencia de esta apelación, prefieren utilizar otro vocabulario. No importa el nombre, lo importante es la realización.
Una segunda conclusión es la importancia de la propuesta de Pablo González Casanova, de una llamada a los científicos del mundo, que esta Conferencia podría apoyar. Eso haría parte de un compromiso moral frente a la urgencia de encontrar soluciones sobre la base de un nuevo paradigma de la vida colectiva de la humanidad en la tierra.
Finalmente, el proyecto de una Declaración universal del Bien Común de la Humanidad, paralela a la Declaración Universal de los Derechos Humanos(54), podría también recibir un soporte. En verdad, no son las declaraciones que cambian el mundo, sino las luchas sociales y políticas, pero un tal documento puede servir de instrumento pedagógico para definir la meta, indicar pistas de concretización para la acción y orientar la construcción de un derecho internacional renovado. Un proyecto, siempre en elaboración, será presentado en ocasión del próximo Foro Social Mundial de Túnez.

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Notas:
(1) Rémy Herrera (2010, 82).
(2) Birgit Daiber y François Houtart, Un paradigma poscapitalista : el Bien Común de la Humanidad, Ruth Casa Editorial, Panama, 2012.
(3) Se puede citar, entre otros: Alfred Schmidt, El concepto de naturaleza en Marx, Siglo XXI, Madrid (1976); Jean-Luc Cachon, Nature, in Bensussan-Labica, Dicionnaire critique du Marxisme, PUF, Paris (1999, 797-801); Jason Moore, Transcending the metabolic rift: a theroy of crisis in the Capitalist world-ecology, The Journal of Peasant Studies, N° 38, 1f (2011,1-46); Gian Carlo Delgado, Bienes comunes, metabolismo socioecológico y Bien común de la Humanidad, en B. Daiber y F. Houtart, Un Paradigma poscapitalista: el Bien Común de la Humanidad, Ruth Casa Editorial, Panama, 2012; Michael Löwy, Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológica capitalista, Ed. Harramienta, Buenos Aires, 2010; Miguel Ruiz Acosta, Devastación socio-ambiental y Dependencia en América Latina: perspectivas desde el ecomarxismo (manuscrito), IAEN, Quito (2012).
(4) Ver el discurso del Presidente Fidel Castro Ruz en la Conferencia de las Naciones Unidas en Rio de Janeiro en 1992 y también, Las locuras de nuestra época, en Reflexiones, Consejo de Estado, La Habana, 2010 .
(5) Este hecho está evidentemente también vinculado con el « bloqueo » que impidió la industrialización rápida del país y con el bajo desarrollo del transporte privado, por razones de ahorro económico.(6) Carlos Marx, citado por A. Schmidt (1976, 72) Nationalökonmie und Philosophie, 249.
(7) Carlos Marx, citado por A. Schmidt (1976, 73) Das Kapital, T.1, 211.
(8) Carlos Marx, citado por M. Ruiz Acosta (2012, 2) El Capital, (1867), Vol.1., México, 1975, Siglo XXI, 53.(9) Carlos Marx, citado por A. Schmidt (1976, 74) Das Kapital, T.1, 47.
(10) Alfred Schmidt, 1976, 73.
(11) Carlos Marx, citado por M. Ruiz Acosta (2012, 2) El Capital, ibidem, 53.
(12) Carlos Marx, citado por A. Schmidt (1976) 73 Das Kapital, T.1. 223.
(13) Miguel Ruiz Acosta (2012, 3).
(14) Jason Moore, Transcending the metabolic rift: a theory of crisis in the capitalist world-ecology,
Journal of Peasant Studies, N° 38. 
1f (2011) 1-46, citado por M. Ruiz Acosta, 2012, 3.
(15) Jean-Luc Cachon (1999,798).
(16) Carlos Marx, Manuscritos 44, 64 (edición francesa), citado por Jean-Luc Cachon (1999,798).(17) Carlos Marx, citado por M. Ruiz Acosta (2012,3).
(18) Miguel Ruiz Acosta (2012, 4).
(19) John B. Forster (2000, 253) citado por M. Ruiz Acosta, (2012, 6).
(20) Carlos Marx, El Capital, T. 1. (1867, 611-612), citado por M. Ruiz Acosta (2012, 5).
(21) John Saxe Fernández (2012, 36).
(22) Alfred Schmidt (1976, 43).
(23) Gian Carlo Delgado (2012, 76).
(24) Michael Löwy (2012).
(25) Miguel Ruiz Acosta (2012, 11).
(26) Global Risk Report (2012).

(27) John Saxe-Fernández (2012, 54).
(28) Entre el 22 y el 27de enero 2013, se reunieron en Davos, 2.600 personas, incluyendo 40 jefes de Estado y 80 ministros.
(29) Citado por Miguel Ruiz (2012,14).
(30) Si todos los países del mundo tendrían el nivel de consumo de los Estados Unidos, se necesitaría 4 planetas para la regeneración de la naturaleza.
(31) John Saxe-Fernández (2012, 54).
(32) Helmut Haberl (2012 ,22) citado por Miguel Ruiz (2012, 11).
(33) Estado Mundial del Clima, WMO, 12.01.12, presentado en Qatar en enero 2013.
(34) Glenn Scherer, Alternet, http://www.alternet.org, (diciembre 2012).
(35) Citado por el WMO (2012).
(36) El País,
(37) Gilles Lipovetsky (2007) citado por Antonio Elizalde (2012).
(38) Ecoportal, 12.01.12
(39) Helmut Haberl (2012) citado por Miguel Ruiz (2012,11).
(40) Ecoportal, 12.01.12
(41) ECO/CORDOBA-Prensa Red, 15.01.12
(42) Médicos de Pueblos fumigados, principio de 2012.
(43) Antonio Elizalde (2012).
(44) GRAIN, 29.11.12, citando Brasil do Fato, 29.11.12.
(45) Procedings of the National Academy of Sciences, USA.
(46) Alejandro Nadal, la Jornada, 12.01.12.
(47) El Comercio (Quito), 14.01.13.
(48) South China Morning Post, 13.01.13.
(49) John Saxe-Fernández (2012, 37).
(50) Carlos Marx, Manuscritos de 1844, 95, 543, citado por Jean Luc Cachon (1976, 799).
(51) Ibidem.
(52) Birgit Deiber y François Houtart (2012, 15-67) y François Houtart (2012).
(53) Ibidem (2012, 61).
(54) François Houtart (2013).


Fuente: http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?boletim=1&lang=ES&cod=73726




lunes, 18 de febrero de 2013

Acerca de los paradigmas, los sistemas y los modelos


"Mientras se siga poniendo el acento en lo social, y no en lo ecosocial, no se logrará nunca ver la complejidad del modelo, y mientras tanto, la destrucción avanza y compromete a las próximas generaciones."
17 de febrero, 2013.- Creemos que el paradigma civilizatorio occidental entra en una fase de confusión y dispersión, no querida por la intencionalidad de sus postulados, en origen el iluminismo, pero sí provocada por el acentuado uso de tecnologías destructivas en el manejo de sus componentes.
Estamos en presencia de una catástrofe paradigmática, que no debemos confundir con una crisis sistémica, porque no existen posibilidades de recomponer el rumbo trazado sin alterar completamente las invariantes que lo alimentan.
Son tiempos difíciles realmente los que nos toca vivir, cómo podemos hacer para, desde nuestros pequeños espacios vitales, escapar a las confusiones en que se arriesga la plenitud, cuando intentamos reflexionar actuando con las herramientas conceptuales de nuestra cultura mestiza, a caballo entre una racionalidad hegemónica y estos mínimos esbozos de un pensar renovador que pugna por recomponer el sentido de las palabras en su precisa configuración histórica.
La devaluación a que ha sometido el desgaste académico a los conceptos, nos compromete a cuidar el uso de las palabras como herramientas de lo decible y como símbolos de lo innombrable. Sabemos que el horizonte primigenio anuncia el cambio de paradigma de una civilización planetaria voraz y enceguecida, que no detiene su carrera ante el inminente desastre que sobrevendrá inevitablemente, poco más allá de lo pensable.
Cambio de paradigma es precisamente un vuelco necesario en la reflexión humana que debe generar nuevos conceptos o bruñir los ya opacados por un uso insustancial, como forma certera de pensar el hombre y el mundo sin los lastres del pensamiento del determinismo y sus tecnologías de apropiación.
“Creemos que el paradigma civilizatorio occidental entra en una fase de confusión y dispersión, no querida por la intencionalidad de sus postulados, en origen el iluminismo, pero sí provocada por el acentuado uso de tecnologías destructivas en el manejo de sus componentes.
Estamos en presencia de una catástrofe paradigmática, que no debemos confundir con una crisis sistémica, porque no existen posibilidades de recomponer el rumbo trazado sin alterar completamente las invariantes que lo alimentan.”
Siempre lo paradigmático supone una extrema complejidad que hace a un conjunto en estado de indeterminación, con tal motivo el paradigma de la razón instrumental, que rige las relaciones al interior de la globalización occidental, sufre, a pesar de sus epígonos, el irreversible proceso de deterioro de sus postulados y las consecuencias destructivas para el planeta y la biodiversidad que todos conocemos. Asimismo los nuevos paradigmas que van apareciendo en el horizonte simbólico de las culturas de la rebeldía, poseen la indeterminación de lo que está aún en constante formulación y práctica incipiente.
No es posible adelantar la completitud del paradigma, no se puede modelizar a escala racional aquello indeterminado y siempre en construcción, pero sí se sufren los efectos no buscados de la aplicación de los mismos, cuando rompen los equilibrios inestables que caracterizan a todo campo de complejidad en crecimiento, o cuando agotan la imprescindible retroalimentación energética de sus componentes.
Creemos que el paradigma civilizatorio occidental entra en una fase de confusión y dispersión, no querida por la intencionalidad de sus postulados, en origen el iluminismo, pero sí provocada por el acentuado uso de tecnologías destructivas en el manejo de sus componentes.
Estamos en presencia de una catástrofe paradigmática, que no debemos confundir con una crisis sistémica, porque no existen posibilidades de recomponer el rumbo trazado sin alterar completamente las invariantes que lo alimentan.
Es posible que asistamos a la aceleración incontrolada de los elementos de la complejidad que se friccionan y fusionan permanentemente para encontrar un estado de no reposo devenido en estallido e irreversibilidad con caracteres destructivos del campo mismo de instalación del paradigma. Ello es así porque la dominancia ha cedido el inestable equilibrio y allí se ha instalado la incertidumbre con su carga de irracionalidad y energías disipativas, imposible de pensar en los términos de la razón paradigmática, pero que interviene en el núcleo mismo del campo postulado.
La posibilidad de pensar dentro del paradigma se ha cerrado por la propia secuencia de irreversibilidad de sus trayectorias y solo cabe el acontecer de la instalación de algún nuevo paradigma que recupere la armonía de la complejidad perdida.
Lo impredecible se impone más allá de toda lógica racional , condensa sin razón y a contramano, nuevos núcleos de sentido que alteran los mapas evolutivos en protuberancias aún informes que sedimentan topografías inexploradas rompiendo la geometría mensurable en términos de las leyes de aproximación que informan sobre el rumbo cósmico.
Esto ya lo sabían los antiguos, ellos conocían sobre la caída y la incertidumbre, buscaban desde tiempo inmemorial el necesario amparo y la mediación sagrada que permitía recomponer el orden del caos más allá del pensamiento y del instrumento.
Ellos nos hablaban de cosmovisiones, de mitos agónicos, de caída y transfiguración, de muerte y resurrección, para simbolizar no otra cosa que la totalidad paradigmática que daba fundamento a la instalación y a la existencia, pero entendida como humildad y pertenencia en un mundo “que así es”,en la cotidianidad del ritual de “vivir sin más” para la germinación de la semilla cósmica.
La naturaleza no es el territorio de instalación del paradigma, la naturaleza es el paradigma mismo como dador de vida y de sentido y así los antiguos pensaban lo impensable, nombraban lo innombrable, sacralizaban un espacio-tiempo de continuidad y ruptura, recuperaban la infinitud de la rueda cósmica para el desamparo de la finitud de la existencia.
Nosotros desde América tenemos el privilegio de poder descentrar el pensamiento, no asimilados totalmente a la lógica del productivismo y marginados mayoritariamente de los beneficios del consumo artificial, podemos aún pisar un suelo originario y vivir un refugio simbólico en el horizonte de una cultura mestiza y en rebeldía.
Nuestra auténtica condición de mestizos culturales habla ciertamente de nuestra imposibilidad de ser en plenitud para la razón occidental, siempre carecemos de aquello que completa la vida moderna , siempre elaboramos esas asimetrías que afean la perfección creativa, siempre, en suma, detrás de nuestras identidades construidas está la América morena, la de las desmesuras y los exterminios.
Pero esa aparente incompletitud de estar en esta tierra es también un estado de apertura hacia la totalidad, este singular desamparo es el sendero que lleva hacia el abrigo sagrado, y todo paradigma insinúa la presencia fundante de lo absoluto para poder vivir. Todo paradigma se muestra como la creación entera de la forma de estar en el mundo y ser hombre y mujer para la trascendencia.
La fragilidad de la condición humana y la intemperie de la morada cósmica nos llevan a recomponer los ritos que permitieron nuestra vida sobre la tierra y en esa condición errante andamos aunque lo neguemos desde los falsos muros de la ciudad globalizada.
Y es aquí donde se instalan los sistemas, y trasladamos nuestra desnudez originaria a las crisis sistémicas, creemos que todo se debe a la crisis financiera, energética, ambiental, productiva. Entonces lo que debe cambiar son los sistemas, es decir las construcciones humanas que modifican el suelo y prefiguran la vida de las sociedades. Los sistemas son imaginarios cerrados, sus lógicas se disparan hacia la completitud, encierran a los seres en proyectos y habitualidades que sólo tienen valor como conjunto donde todas las variables ocupan espacios asignados y se relacionan ontológicamente.
Los antiguos sistemas agrarios de las grandes civilizaciones respondían a una lógica de subsistencia y almacenamiento imbricada profundamente con los ciclos de siembra y los cursos de agua, con los equilibrios del entorno natural y con los fundamentos sagrados de sus culturas. Eran sistemas basados en la reciprocidad y el intercambio y alejados de las lógicas productivas. Y su declinación respondió principalmente a las guerras de conquista.
Los sistemas sociales contemporáneos, afirmados en el uso tecnológico de la naturaleza y en el abuso del trabajo humano, responden a una lógica intrínseca de acumulación y propiedad que acelera las fricciones internas y la destrucción de los componentes del conjunto. Son sistemas cerrados donde predomina la inteligencia especulativa y los apoderamientos individuales.
El sistema capitalista moderno, y sus múltiples subsistemas desplegados, es un sistema cerrado donde la razón instrumental se basa en la producción acelerada y la acumulación infinita, no puede detenerse ni moderar su carrera sin dañar la matriz energética que lo pone en movimiento, es un sistema cerrado que empuja ferozmente hacia sus confines a los marginados humanos y se alimenta de la sobreexplotación de los bienes comunes planetarios.
En esta última etapa de su desarrollo en las últimas décadas de la modernidad, se ha producido un hecho singular: el sistema por su irrefrenable expansión rompe los límites de equilibrio y absorbe el paradigma que lo sustenta. Quiero decir que el sistema producción-consumo incontrolado se presenta como el núcleo del paradigma occidental forzando los límites del conjunto hacia lo indeterminado que ya no puede instrumentarse desde la racionalidad operable y choca violentamente con los equilibrios naturales produciendo, no ya crisis sistémicas reparables, si no catástrofes imposibles de cuantificar en sus consecuencias y que ya estamos padeciendo.
Y aquí llegamos a lo que nos toca de cerca, el modelo. El paradigma que denominamos civilización occidental, o sociedad tecno-industrial, o sociedad de consumo que se expresa como globalización capitalista, o capitalismo tardío, o sistema de producción por apoderamiento ,genera a su vez los diferentes modelos que hacen efectivo el dominio mundial.
Los modelos son para nosotros los programas que asignan las grandes corporaciones del capital concentrado y la ciencia instrumental, a cada uno de los actores, pueblos y naciones del mundo globalizado. La asignación de roles dentro del sistema-mundo obedece a las rígidas y feroces directivas emanadas de los centros de poder que confieren a cada lugar de la tierra el imperativo de contribuir para pertenecer, de ofrendar su riqueza natural y su calidad humana en el altar del dios pensante.
Los modelos representan el lugar concreto de aplicación de la maquinaria global, por ello su principal característica es que son modelos productivos. Es decir la topografía planetaria tan rica en diversidades y matices, es tratada como un mapa de extracción de lo valioso y necesario para la reproducción sistémica.
Nuestra América y gran parte de las inmensas regiones periféricas tienen asignado el papel de productores de materias primas y productos poco elaborados para alimentar el derroche energético de los países centrales. El viejo modelo colonial no ha cambiado, simplemente se ha reconfigurado en neocolonialismo por desposesión. Y los Estados nacionales aplican mansamente las reglas dictadas para maximizar el saqueo enmascarado en desarrollo y crecimiento.
En nuestra patria el modelo agroexportador continúa siendo el eje productivo central con mayor fuerza que nunca, basta ver las inmensas áreas naturales sometidas al monocultivo y la desertización consecuente de las regiones ecológicas nacionales. El montaje industrial liviano y las sustracciones mineras completan y amplían la centralidad agropecuaria del destino argentino.
Nos hemos quedado sin modelo de país para abrazar un modelo productivo elemental con sus tremendas consecuencias ecológicas y humanas. La matriz agroindustrial succiona nuestras riquezas y a nuestras poblaciones provocando inmensos bolsones de aridez y de pobreza apenas contenidos por un Estado complaciente con las Corporaciones y mitigador de la violencia social latente.
Una democracia de baja intensidad, un parlamento desacreditado, una derecha primitiva y un progresismo enfermo de semanticidad y carente de proyecto nacional, son los elementos políticos que no alcanzan a consolidar un Estado soberano y autónomo que pueda transformar un modelo impuesto desde los centros de poder de las corporaciones. Tremenda contradicción la de hallarnos dentro de un modelo cerrado hacia su interior sin capacidad de modificar sus grandes lineamientos, y abierto a una sangría permanente hacia fuera de sus límites, donde es imposible compensar el desequilibrio de la pérdida energética entendida como capacidad nacional de tomar decisiones para el conjunto, con toda su secuela de tierra arrasada y sufrimiento humano que nos deja este eterno presente de producir para vivir peor.
La situación se agrava si echamos una mirada a la región, la América del Sur, que en el dispositivo geoestratégico imperial reproduce en cada uno de sus países el mismo modelo extractivo y apoderador. La debilidad de las fronteras nacionales provocada por zonas de difusa soberanía ,como lo son la republiqueta sojera entre Argentina, Brasil, Paraguay y el oriente boliviano, el paraguas de soberanía minera en la cordillera entre Argentina y Chile, la explotación petrolera en la Amazonía entre Perú, Ecuador, Bolivia y Brasil, sumado a los conflictos bélicos latentes y fogoneados por el complejo militar-industrial de EEUU, la pérdida de espacios marítimos sometidos a la pesca intensiva, van delineando la fragilidad de los estados nacionales que sólo atinan a sumarse a un desarrollo compulsivo para no quedar afuera. Si agregamos a ello la aparición de un neo-indigenismo de manual prefigurado por grandes ONG. de dudoso financiamiento, que reclaman legitimidades territoriales ancestrales, pero que juegan claramente para la desposesión de los espacios nacionales, completan un modelo de consecuencias impredecibles.
Pero no hay desaliento, estamos asistiendo a un hermoso y terrible cambio de época, ya se vislumbran las múltiples y maravillosas resistencias que marcan el punto de inflexión para un agotado paradigma civilizatorio globalizado. La catástrofe planetaria marca el límite mayor a la expansión de esta desquiciada sociedad tecno-racional. Una sumatoria densa de aconteceres irreversibles ya se ha instalado: la naturaleza misma torna a ser el eje que vertebra la vida y despoja al hombre de la centralidad planetaria, estamos retomando el sendero del misterio cósmico hacia más armonía y más diversidad en nuestro viaje interminable.
Millones de hombres y mujeres vamos recomponiendo lentamente el tejido primigenio, recuperamos la cultura de la tierra, defendemos los sistemas ecológicos en peligro, apelamos a los saberes ancestrales de nuestros pueblos, vivimos mejor con menos cosas, hacemos de la sencillez y la proximidad una norma cotidiana, sacralizamos la fiesta de la vida y la pura amistad.
Están apareciendo incontables manifestaciones del cambio de rumbo, corporizadas en Copenhague en la conferencia de C.C. y en todas las latitudes se generan organizaciones de rechazo al actual paradigma de saqueo. Se cuentan por miles los foros mundiales donde buscamos una voz de alerta y exploramos los nuevos senderos para caminar juntos. Las redes de resistencia se van tejiendo sólidamente a pesar de las amenazas y los nuevos embates del poder tecnocrático, y no alcanzamos a abarcar la infinita complejidad de las pequeñas alternancias culturales y los nuevos modos de vida que van adoptando lentamente las poblaciones hastiadas de tanto desatino mundial. Los organismos internacionales no pueden planificar sin tener en cuenta las voces de oposición que brotan desde los confines de la tierra, y los gobiernos nacionales no pueden acallar el grito primigenio de detener la destrucción de la vida .
En nuestra región americana son innumerables los grupos de oposición a los proyectos de desmonte de bosques y selvas, de plantaciones monoforestales y cultivos transgénicos, así como las profundas heridas de las nuevas aperturas que imagina el IIRSA y los polos industriales y mineros proyectados. Las campañas contra los agrotóxicos y las fumigaciones, contra la contaminación ambiental, contra la despoblación del campo, contra la ganadería de engorde artificial, y muchas otras resistencias a cada nuevo intento de reducción de la biodiversidad.
Las poblaciones marginadas de la vida rural y arrojadas a las márgenes de las grandes ciudades donde la vida comunitaria es imposible, comienzan a responder con acciones comunes para asegurar las mínimas condiciones de subsistencia y recuperar la dignidad y la memoria perdida. Sentimos que va creciendo un gigantesco organismo aún no consolidado, de reparación de la armonía con la Madre Tierra, vemos diariamente sumarse nuevos actores en este cambio de época que llegan con la esperanza de un mundo mejor para todos.
En un repaso somero de las nuevas y nacientes propuestas, contamos con el neoruralismo, el decrecimiento, la reconversión de las ciudades, las huertas comunitarias, las comunidades de pequeños productores, los bancos de semillas alimentarias, las asociaciones de ahorro energético, los que se niegan a concurrir a los mercados, los que salen del sistema bancario, los que descartan el uso de automóviles, los que no consumen tecnología desechable, los que producen cultura popular, los que apagan el televisor, los que practican el parto natural y la muerte digna, en fin, los millones de seres que desde el desamparo nos muestran la sacralidad de la existencia.
Estamos en el cambio de paradigma, lo que muere muchas veces no deja ver lo nuevo que nace, pero siempre ha sido así, la metamorfosis no puede aún reconocerse, los signos de los tiempos no son todavía visibles para todos, la continuidad de la vida sobre le planeta está en juego y los poderosos no se han dado cuenta. La nave tierra exige un cambio de piloto y nuevas energías que la alimenten, el rumbo puede torcerse antes de la destrucción final y estamos para ello.
Presentimos que estamos recomponiendo la dimensión simbólica de la cultura humana, estamos recuperando las cosmogonías olvidadas y los saberes totalizadores, vamos por la integralidad de la vida y la armonía natural. La ecosencillez es el nuevo espíritu de los tiempos y el iluminismo racional cede ante la iluminación de lo impensable.
El hombre está comprendiendo tardíamente que no es el centro del universo, que la génesis cósmica no ha sido imaginada únicamente para él. Que el reemplazo de los dioses mediadores no ha sido olvidado por las culturas de la autenticidad, que la razón identitaria no era más que ambición y propiedad. La lógica ensídica no puede perpetuarse mágicamente porque olvida el fundamento. La negación recupera su fuerza y arrincona los postulados universales en una positividad estéril. Ya no hay síntesis posible para esta dialéctica de la afirmación permanente. El paradigma se encuentra ya en un estado de aceleración incontrolable que provoca el choque violento de sus componentes, recordemos la inmensa verdad del Tao y de los ciclos cósmicos del calendario americano.
Nos sentimos vivos y latentes en la inabarcabilidad que excede a las lógicas sistémicas. La vigencia de nuestras demandas va más allá de una nueva recuperación del equilibrio sistémico. Hoy cuando se han roto todos los diques de contención, asistimos a una simulación de un equilibrio homeostático nunca realizado. Si todo lo real es racional quedamos afuera quienes abogamos por una existencia plena y sin condicionantes que recobre la humanidad perdida en este proyecto de conocimiento sin corazón y apoderamiento sin medida, en que el viaje transgaláctico es solo un desafío de la soberbia intelectual a los avatares cósmicos no comprendidos por el espíritu desplegado.
La transitoriedad de la historia contada por los epígonos del sistema entra en decadencia, la civilización occidental no es más que un pequeño desvarío en la gran historia de la humanidad, mientras el sufrimiento y el exterminio arrojan su fatalidad sobre las poblaciones indefensas en territorios de apropiación y ganancia. El agua, el aire y las montañas mágicas son acciones bursátiles de la ruleta financiera que anticipa un final de descalabro cósmico. Más de la mitad de los habitantes de este planeta viven mal, sufren hambre y carencias básicas sin expresarlo. Estamos en el peor de los mundos cuando la civilización nos dijo que la evolución humana nos encontraría en la abundancia de los bienes compartidos.
El sistema capitalista no puede cambiarse porque lo que debe cambiarse es el paradigma que lo sustenta; y esa transformación debe comenzar en cada uno de nosotros, es una mirada interior que busca en las profundidades del espíritu, la memoria interior de la especie y la energía primera que en nosotros repite el mensaje de todo el universo. Solamente haciéndonos cargo de este arraigo en el suelo sagrado de la existencia podremos torcer el rumbo emprendido hace ya 3 siglos en el occidente europeo.
Si volvemos a nuestra Argentina, el cambio de modelo productivo es inminente, las crisis recurrentes de un Estado en construcción que, siempre prometido y siempre negado, provoca que los gobiernos recientes no alcancen a comprender la terrible paradoja de saquear el suelo y agotar los bienes comunes para “la mejor distribución de la riqueza”. Falacia si las hay que hemos heredado de un marxismo escolarizado en los setenta y que renueva su búsqueda del “sujeto histórico revolucionario” pasando de un proletariado adormecido y fragmentado a un campesinismo y neo-indigenismo tomados como renovales del determinismo socialista. Se sigue poniendo el acento en un neodesarrollo estéril que supuestamente permite acumular las riquezas que luego serán distribuidas por las redes clientelares. Mientras se siga poniendo el acento en lo social, y no en lo ecosocial, no se logrará nunca ver la complejidad del modelo, y mientras tanto, la destrucción avanza y compromete a las próximas generaciones.
Tenemos que poner el acento en lo que nos duele, hay que comenzar ya a cambiar la matriz agroindustrial para volver a los cultivos alimentarios que nos hicieron soberanos, hay que volver a repoblar el campo con los marginados de las ciudades y para ello se necesita una planificación desde el Estado que rompa la concentración exportadora incentivando a los productores y campesinos desde organismos nacionales de producción y exportación de excedentes como los que orgullosamente supimos tener.
Un Estado Nacional fuerte y solidario es el único camino para nuestros sufridos pueblos. Esto significa también la recuperación para la Nación de la propiedad del suelo y el subsuelo, de los componentes energéticos, de los ferrocarriles, y de puertos y barcos que lleven en sus bodegas alimentos para una humanidad hambrienta.
El pensamiento nacional no se ha perdido, sigue vivo en la memoria de la tierra, en la cultura popular y en las luchas históricas del movimiento nacional, la dispersión y el extravío de las últimas décadas nos han herido, pero estamos aún en la dignidad y la rebeldía. Somos los mismos de la Patria justa y soberana, somos los mismos de la Patria Grande emancipada.
Vemos finalmente como la complejidad del actual estado de cosas implica la profunda imbricación de los paradigmas, los sistemas y los modelos. No puede pensarse ningún camino diferente si no se hace el esfuerzo por comprender la densidad del entramado que nos asfixia y para ello hay que romper las categorías analíticas de la “sociedad del conocimiento”, es decir que no podemos apelar a los postulados que desde la ciencia instrumental resultan funcionales al paradigma del desastre planetario. Debemos hacer el esfuerzo por comprender desde un pensamiento totalizante, una profunda reinversión del orden de las reflexiones para instalarnos en la intuición originaria de la vida, para arraigar y trascender desde la propia tierra y el propio horizonte simbólico de nuestra cultura. Un pensar que forzosamente debe ser asistemático, donde se recupera el valor de los símbolos, un pensar desde lo popular, que no es otra cosa que el pensar del hombre en general.

*Fernando Rovelli pertenece al grupo de Reflexión Rural.
—-Fuente: Ecoportal:http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Desarrollo_Sustentable/Acerca_de_los_paradigmas_los_sistemas_y_los_modelos

jueves, 14 de febrero de 2013

Para una caracterización del ecosocialismo en diez rasgos



Fuhem Ecosocial


1. Frente al nihilismo contemporáneo, el ecosocialismo propugna una moral igualitaria basada en valores universales, arrancando en el primero de ellos: la dignidad humana. Más allá de la moral capitalista de poseer y consumir, más allá de su moral, la nuestra: vincularse y compartir. El pensador marxista franco-brasileño Michael Löwy, uno de los teóricos del ecosocialismo moderno, ha argumentado la necesidad de una ética ecosocialista con los siguientes rasgos: social, igualitaria, solidaria, democrática, radical y responsable.
2. Frente a la deriva biocida de las sociedades contemporáneas, el ecosocialismo apuesta por vivir en esta Tierra, “haciendo las paces” con la naturaleza. El socialismo, como sistema social y como modo de producción (sobre la base de la producción industrial), se define esencialmente por las condiciones de que el trabajo deja de ser una mercancía, y la economía se pone al servicio de la satisfacción igualitaria de las necesidades humanas. El valor de uso ha de dominar sobre el valor de cambio: esto es, la economía ha de orientarse a la satisfacción de las necesidades humanas (y no a la acumulación de capital). El ecosocialismo añade a las condiciones anteriores la de sustentabilidad: modo de producción y organización social cambian para llegar a ser ecológicamente sostenibles. (No mercantilizar los factores de producción –naturaleza, trabajo y capital—, o desmercantilizarlos, es la orientación que un gran antropólogo económico como Karl Polanyi sugirió en La Gran Transformación).
3. Frente a la pérdida de horizonte alternativo (tanta gente que ya sólo concibe la vida humana como compraventa de mercancías), el ecosocialismo es anticapitalista en múltiples dimensiones, incluyendo la cultural, y está comprometido con la elaboración de una cultura alternativa “amiga de la Tierra”. Hablaremos de “socialismo” en el sentido propio e histórico del término, un socialismo radicalmente crítico del capitalismo que busca sustituirlo por un orden sociopolítico más justo (y hoy hay que añadir: que sea sustentable o sostenible). No nos referimos, por tanto, a la profunda degeneración de la corriente política socialdemócrata que ha terminado desembocando en partidos políticos nominalmente “socialistas” aunque practiquen políticas neoliberales.
4. Frente a la tentación de refugiarse en los márgenes, el ecosocialismo mantiene la lucha por la transformación del Estado. Me impresionó, hace no mucho, un artículo de Ignacio Sotelo donde, tras decretar la inviabilidad de la revolución –“mitología decimonónica de una clase obrera supuestamente revolucionaria”− y también de la mera reforma –ya que “la rebelión y la protesta no van a cambiar el capitalismo financiero establecido”-- el catedrático de sociología –que se supone representa de alguna manera la izquierda del PSOE, no lo olvidemos− concluye que “no queda otra salida que trasladarse a otro país –la emigración vuelve a ser el destino de muchos españoles– o bien encontrar acomodo en la economía alternativa, saliéndose del sistema” . Es llamativa la coincidencia de esa propuesta de supervivencia en los márgenes, altamente funcional al desorden establecido, con la tentación de una parte considerable de los movimientos alternativos indignados: organicémonos por nuestra cuenta al margen del Estado (si destruyen la sanidad pública, creemos cooperativas de salud autogestionadas, etc.). Frente a esa tentación, el ecosocialismo afirma: no renunciamos a la transformación del Estado, de manera que llegue a ser alguna vez de verdad social, democrático y de Derecho.
5. Frente a la dictadura del capital que se endurece a medida que progresa la globalización, el ecosocialismo defiende la democracia a todos los niveles. Desmercantilizar, decíamos antes: y también democratizar. El ecosocialismo trata de avanzar hacia una sociedad donde las grandes decisiones sobre producción y consumo sean tomadas democráticamente por el conjunto de los ciudadanos y ciudadanas, de acuerdo con criterios sociales y ecológicos que se sitúen más allá de la competición mercantil y la búsqueda de beneficios privados.
6. Frente al patriarcado, ecofeminismo crítico. Como ha señalado Alicia Puleo, el ecofeminismo no se reduce a una simple voluntad feminista de gestionar mejor los recursos naturales, sino que exige la revisión crítica de una serie de dualismos que subyacen a la persistencia de la desigualdad entre los sexos y a la actual crisis ecológica. El análisis feminista de las oposiciones naturaleza/ cultura, mujer/ varón, animal/ humano, sentimiento/ razón, materia/ espíritu, cuerpo/ alma ha mostrado el funcionamiento de una jerarquización que desvaloriza a las mujeres, a la naturaleza, a los animales no humanos, a los sentimientos y a lo corporal, legitimando la dominación del varón, autoidentificado con la razón y la cultura. El dominio tecnológico del mundo sería un último avatar de este pensamiento antropocéntrico (que sólo otorga valor a lo humano) y androcéntrico (que tiene por paradigma de lo humano a lo masculino tal como se ha construido social e históricamente por exclusión de las mujeres). La negación y el desprecio de los valores del cuidado, relegados a la esfera feminizada de lo doméstico, ha conducido a la humanidad a una carrera suicida de enfrentamientos bélicos y de destrucción del planeta. Un ecofeminismo no esencialista y decidido a realizar una “ilustración de la Ilustración”, como el que propone Alicia Puleo , hemos de considerarlo imprescindible aliado del ecosocialismo que aquí se propugna.
7. Frente a la idea de un “capitalismo verde”, el ecosocialismo defiende que no tenemos buenas razones para creer en un capitalismo reconciliado con la naturaleza a medio/ largo plazo, aunque en el corto plazo sin duda serían posibles reformas ecologizadoras que permitirían básicamente “comprar tiempo” con estrategias de ecoeficiencia (“hacer más con menos” en lo que a nuestro uso de energía y materiales se refiere) . La razón de fondo de tal incompatibilidad es el carácter expansivo inherente al capitalismo, ese avance espasmódico que combina fases de crecimiento insostenible y períodos de “destrucción creativa” insoportable. Hoy ya estamos más allá de los límites, y por eso suelo decir que “el tema de nuestro tiempo” (o al menos, uno de los dos o tres “temas de nuestro tiempo” prioritarios) es el violento choque de las sociedades industriales contra los límites biofísicos del planeta. (y hoy “sociedades industriales” quiere decir: el tipo concreto de capitalismo financiarizado, globalizado y basado en combustibles fósiles que padecemos). Si se quiere en forma de consigna: marxismo sin productivismo, y ecologismo sin ilusiones acerca de supuestos “capitalismos verdes”.
8. Frente a la quimera del crecimiento perpetuo, economía homeostática. Una economía ecosocialista rechazará los objetivos de expansión constante, de crecimiento perpetuo, que han caracterizado al capitalismo histórico. Será, por consiguiente, una steady state economy: un “socialismo de estado estacionario” o “socialismo homeostático”. La manera más breve de describirlo sería: todo se orienta a buscar lo suficiente en vez de perseguir siempre más. En los mercados capitalistas se produce, vende e invierte con el objetivo de maximizar los beneficios, y la rueda de la acumulación de capital no cesa de girar. En una economía ecosocialista se perseguiría, por el contrario, el equilibrio: habría que pensar en algo así como una economía de subsistencia modernizada, con producción industrial pero sin crecimiento constante de la misma.
9. Frente al individualismo anómico y la competencia que enfrenta a todos contra todos, frente a la cultura “emprendedora” que convierte a cada cual en empresario de sí mismo presto a vender sus capacidades al mejor postor, el ecosocialismo defiende el bien común y los bienes comunes. Esta consigna apunta a priorizar los intereses colectivos (¡no solamente los de los seres humanos, y no solamente los de las generaciones hoy vivas!), y a gestionar las riquezas comunes más allá de las exigencias de rentabilidad del capital. Educación, sanidad, energía, agua, transportes colectivos, telecomunicaciones, crédito –ninguno de estos servicios básicos deberían ofrecerlos empresarios privados en mercados capitalistas. Tendrían que proveerse mediante empresas públicas y cooperativas gestionadas democráticamente.
10. Frente a la fosilización dogmática, ecosocialismo es socialismo revisionista. Pero es que, como decía Manuel Sacristán, “todo pensamiento decente tiene que estar siempre en crisis” . Aquí también es de utilidad la categoría pasoliniana de empirismo herético que le gustaba recordar a Paco Fernández Buey. Yendo a lo nuestro: lo esencial del marxismo, como repetían estos grandes maestros, es el vínculo de una idealidad emancipatoria con el mejor conocimiento científico disponible. Cada elemento teórico concreto del pensamiento socialista es revisable en función de lo que hayamos logrado saber recientemente: lo que resulta irrenunciable es la moral igualitaria que aspira a acabar con el patriarcado y con el capitalismo.



Veinte elementos para un programa de transición poscapitalista

En cierto momento de El socialismo puede llegar sólo en bicicleta (Los Libros de la Catarata, Madrid 2012), hacia el final del capítulo 8, me atreví a esbozar lo que podrían ser líneas maestras de un “programa de transición”. Lo completo y actualizo aquí.

1. Reforma ecológica de la Contabilidad Nacional, para disponer de indicadores adecuados que permitan evaluar la economía en su comportamiento biofísico (más allá de la esfera del valor monetario).
2. Socialización del sistema de crédito. Banca pública fuerte que canalice la inversión necesaria para la transición económico-ecológica.
3. Entre los mecanismos más interesantes para la planificación indirecta no burocrática de la inversión en economías con sectores de mercado importantes se hallan los descuentos y recargos en los tipos de interés. La banca pública presta dinero a las empresas con ciertos descuentos o recargos en el tipo de interés, decididos para cada sector de bienes de consumo en función de criterios sociales y ecológicos.
4. Reforma fiscal ecológica, para “internalizar” una parte de los costes externos que hoy provoca nuestro insostenible modelo de producción y consumo. La figura central sería un fuerte ecoimpuesto sobre los combustibles fósiles. Se haría en el marco de una
5. Distribución más igualitaria de la riqueza y los ingresos. “Nuevo contrato fiscal” que globalmente aumentaría la tributación de las rentas altas y del capital, y pondría más recursos en el sector público (y desde luego eliminaría los paraísos fiscales).
6. Intensa reducción de las disparidades salariales.
7. Reducción del tiempo de trabajo, de manera que se pueda disfrutar de mucho más ocio (entendido no como consumismo en el tiempo libre, sino como actividades autotélicas –aquellas que se buscan por sí mismas, no como medio para otros fines--, que son una de las claves principales de la vida buena)…
8. …y buscando las condiciones para que la reducción del tiempo de trabajo se traduzca en nuevo empleo (ello dista de ser automático). El pleno empleo volvería a ser un objetivo esencial de las políticas económicas. Trabajar menos (solidaridad social) y consumir menos bienes destructores de recursos escasos (solidaridad internacional e intergeneracional) para trabajar todos y todas, y consumir de otra forma.
9. Políticas activas de empleo; formación continuada a lo largo de toda la vida laboral; sistemas renovados de recalificación profesional.
10. “Tercer sector” de utilidad social, semipúblico, para atender a las demandas insatisfechas (por ejemplo las que se refieren a la “crisis del cuidado”).
11. “Segunda nómina” que el Estado abonaría a los asalariados que no trabajasen a jornada completa o lo hicieran por debajo de un salario mínimo decente.
12. Fiscalidad sobre el consumo lujoso, ya sea por medio de impuestos sobre el gasto (tipos impositivos crecientes por encima de cierto nivel de gasto), ya mediante tipos altos de IVA a los bienes de lujo.
13. Estrategia de fomento de los consumos colectivos para mantener un alto nivel de satisfacción de necesidades con mucho menor impacto ambiental.
14. Provisión de bienes y servicios públicos de calidad por parte de un sector de la economía socializado: energía, transporte, comunicaciones, vivienda, sanidad, educación...
15. Infraestructuras para la sustentabilidad: energías renovables, transporte colectivo, ciudades y pueblos sostenibles...
16. Fuertes restricciones a la publicidad comercial. Para empezar, una reforma impositiva: no permitir a las compañías declarar la publicidad como gastos de empresa desgravables.
17. Reducción de la escala física de la economía hasta los límites de sustentabilidad. Economía “de estado estacionario” en ese sentido (no necesariamente en cuanto a la “creación de valor”). Yo prefiero la expresión economía homeostática, una economía dinámica que deja de expandirse materialmente (y estabiliza su “flujo metabólico” de materiales y energía en niveles de sustentabilidad).
18. Aplicación del principio de biomímesis (reconstruir los sistemas humanos imitando algunos rasgos importantes de los sistemas naturales, de forma que los primeros sean más compatibles con los segundos), generalizando estrategias que ya han dado sus frutos en algunos sectores y disciplinas (agroecología, química verde, ecología industrial, etc.)
19. Estrategia de ecoeficiencia.
20. Desglobalizar y relocalizar lo esencial de la producción.


Jorge Riechmann es profesor titular de filosofía moral, Universidad Autónoma de Madrid

Ilustración: Exótico compartir - Paul Gauguin
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=163696

viernes, 8 de febrero de 2013

Comunismo y Belleza


La Calle del Medio




Es muy difícil convencer a un hombre que no ha arado sus laderas, que no ha dibujado sus contornos, que no ha descrito sus cimas en un poema, que no adora a ningún dios en sus cavernas, que no ha cazado entre sus arbustos, que ni siquiera ha escalado sus abismos; es muy difícil convencer a un hombre así de que que es importante conservar las colinas y las montañas. Lo mismo ocurre con los bosques, los ríos, los animales y los cuerpos en general. Lo mismo ocurre con la Naturaleza en su conjunto. Cuando las campañas ecologistas insisten con todo fundamento en que debe interesarnos la defensa del medio, pues de ella depende nuestra propia supervivencia, declaran ya perdida la batalla: no sólo es difícil demostrar a un trabajador del sector servicios de Madrid o a un parado urbano de Roma (o a un universitario de La Habana) su dependencia interesada respecto de la tierra y sus recursos sino que además es dudoso que los humanos operen sólo o sobre todo por interés; o que defiendan sólo o sobre todo lo que asegura y facilita su supervivencia.
Más allá de su pretensión de haber desentrañado una “medida objetiva” de la explotación del trabajo, el gran descubrimiento de Marx tiene que ver con el autoengaño social: “la ideología dominante es la ideología de las clases dominantes”. Los trabajadores se engañan acerca de sus propios intereses, que identifican de manera errónea con los de sus patrones y verdugos. Podríamos decir que, en el caso de la supervivencia de la especie humana, los intereses de unos y otros son realmente comunes y que, por lo tanto, incluso si las ventajas inmediatas de contaminadores y contaminados son desiguales, un interés compartido une por fin a todas las clases sociales. Pero esta ceguera común, que demuestra nuestra dificultad antropológica para representarnos como “humanidad” los intereses particulares, prueba además que no sólo nos auto-engañamos sobre nuestros intereses particulares. También nos representamos mal nuestros impulsos desinteresados. También cuando amamos, cuando nos sacrificamos, cuando obramos en nombre de la justicia, nos equivocamos.
Hay fuentes de auto-engaño corregibles contra las que debemos combatir sin descanso: las manipulaciones de los medios, por ejemplo, o las relaciones de propiedad. Hay otras que -mucho me temo- sobrevivirán a todas las revoluciones. Tenemos, para empezar, el cuerpo, cuyas operaciones básicas, garantía de nuestra existencia biológica, ocurren a nuestras espaldas, por debajo de nuestra conciencia. Tenemos también la “mente” y el lenguaje, con todas sus opacidades edípicas y quistes irracionales. Tenemos una complejísima división del trabajo, con su encarnación tecnológica, que nunca se podrá simplificar hasta la transparencia si queremos alimentar a 7000 millones de personas. Tenemos las cosas mismas -la silla, el cenicero, la cuchara- cuya potencia anestésica, que nos hace olvidar las penas del trabajo y la fragilidad de la vida, es sin embargo inseparable de la estabilidad antropológica y social de la humanidad. Y tenemos también las “maravillas” -objetos buenos sólo para el pensamiento o para la mirada- a las que hemos estado siempre unidos por una mezcla de admiración e intimidación. “Todo ángel es terrible”, escribía Rainer Maria Rilke en una de sus Elegías del Duino, “porque la belleza es sólo el comienzo de lo terrible que aún podemos soportar”. La belleza de las estrellas -digamos- es indisociable del descubrimiento de nuestra vulnerabilidad, pero al presentarse como bellas, y no como amenazadoras, nos atan estética y emocionalmente -y nos atan como especie- al mundo y sus apariencias.
Estamos condenados a auto-engañarnos. O mejor dicho: estamos condenados a luchar siempre contra el auto-engaño; y tenemos derecho, en medio de la batalla, a ceder de vez en cuando a sus añagazas más benignas o menos dañinas. Ahora bien, no es lo mismo auto-engañarse acerca de los propios intereses egoístas que auto-engañarse acerca de la justicia, la verdad o la belleza. Hay algo ya un poco innoble en proteger a un niño sólo porque es mi hijo; o en apoyar a un partido porque me da trabajo; o en defender un bosque porque es mi coto de caza. Como -al contrario- hay algo potencialmente noble en creer inocente a un mentiroso o a un asesino; o en robar un reloj porque es bonito. Que el auto-engaño “noble” es antropológicamente más serio que el egoísta lo demuestra el hecho de que hasta los gobiernos más criminales -conquistadores, colonialistas, imperialistas, nazis- han invocado siempre principios universales para defender intereses particulares.
En un famoso texto de 1857, Marx se preguntaba retóricamente si “la idea de la naturaleza (…) de la imaginación griega” es compatible con “las máquinas de hilar automáticas, las locomotoras y el telégrafo eléctrico” para declarar enseguida muertos para siempre a Vulcano, Júpiter, Hermes y Aquiles frente a la metalurgia, el pararrayos, las armas de fuego y el tipógrafo. Es verdad: la combinación de desarrollo tecnológico y de división del trabajo, responsable de la destrucción ecológica, ha operado también el “desencantamiento” del mundo. Pero ese “desencantamiento”, ¿ha traído aparejada más transparencia, más objetividad, menos auto-engaño? Por un lado, el retroceso del paganismo -de la naturaleza habitada- no ha impedido el aumento de las formas más fanáticas y perversas de los credos monoteístas; por otro, la derrota de la Naturaleza a través del positivismo capitalista ha incrementado la nostalgia de armaduras ceremoniales y ha inducido, en su ausencia, la psiquiatrización de la vida cotidiana. El “desencantamiento” del mundo ha conducido a la humanidad, no a una mayor objetividad, no, sino a la desacralización del mercado y a la liberación de todas sus pulsiones subjetivas. Había mucha más “objetividad” en la relación del indígena con la montaña en la que vivían sus dioses que en la del turista que la fotografía para vanagloriarse ante sus amigos.
Lo que quiero decir es que un verdadero programa ecologista -un programa comunista- no debería llamar a defender la Naturaleza en nombre de los intereses particulares -como parte que somos de la humanidad- sino mediante el restablecimiento de su “objetividad”; es decir, de su belleza. La Naturaleza no tiene derechos ni tampoco los hombres ninguno sobre ella: es sencillamente un hecho descomunal que debería imponerse por sí mismo. ¿Por qué tanta indiferencia? No es que queramos suicidarnos, no; el problema es que ya no nos parecen bellas las montañas ni los bosques ni los animales ni los cuerpos en general; y de lo que se trata -el verdadero reto de los que queremos conservar y transformar el mundo- es de convencer a los hombres de que el mundo es hermoso, no de que lo necesitamos para la supervivencia. Es muy difícil. Es difícil porque una montaña sólo nos parece bella, fuente de intimidación y admiración, cuando la hemos arado, escalado, cantado o rendido culto; y el desencantamiento tecnológico no tiene vuelta atrás, salvo cataclismo o derrumbe civilizacional: “la tecnología dominante es la tecnología de la clase dominante”. Pero es difícil también porque los hombres siguen “encantados”, ahora ya no por el engaño “objetivo” de los versos y los dioses sino por el vehículo mismo de su “desencanto”: los coches, los electrodomésticos, los ordenadores, los celulares, las máquinas en general. Si los humanos sólo obrásemos de manera interesada y sólo nos engañásemos acerca de nuestros intereses privados, aún podríamos salvarnos; pero es que los humanos buscamos sobre todo la justicia, la belleza y la verdad y nos auto-engañamos también acerca de ellas. Re-embellecer las montañas -restablecer su “objetividad”- exige una intervención al mismo tiempo estética y económica contra el capitalismo y sus fraudulentos desencantos. Nuestras luchas son siempre desinteresadas. No se trata, pues, de renunciar egoístamente a la justicia, la verdad y la belleza sino de cambiarlas de lugar; de intentar devolverlas -es decir- a su lugar de origen.


Ilustración: El Sueño - Paul Gauguin
Fuente: http://rebelion.org/noticia.php?id=163370