Agentes forestales controlan la circulación de vehículos a motor en vías pecuarias de España. ¿El motivo? Salvaguardar la nidificación de las aves amenazadas.
El Cuerpo de Agentes Forestales de la Comunidad de Madrid, dependiente de la Consejería de Presidencia, Justicia e Interior, desarrolla desde hace varias temporadas, dispositivos de control de vehículos a motor en zonas de nidificación y campeo de las especies más sensibles, actividad que se refuerza en estas fechas debido a que son cruciales para el éxito de la nidificación de algunas de las aves más amenazadas de la región.
Es en esta época cuando águilas, milanos, cigüeñas negras, búhos reales y otras muchas especies, comienzan el cortejo que desencadenará en el emparejamiento y la posterior construcción del nido. Se trata de uno de los momentos más delicados en la biología de las aves puesto que, cualquier molestia durante este proceso, puede conllevar la huida del territorio de nidificación, área de campeo o, lo que es peor, el abandono del nido.
Así, se están desarrollando controles en determinadas vías pecuarias en la zona Oeste de la Comunidad de Madrid donde se constata la presencia de nidos de especies tan amenazadas como la cigüeña negra (Ciconia nigra), Águila imperial ibérica (Aquila adalberti), Águila real (Aquila chrysaetos), entre otras. El objeto de dichos controles es hacer cumplir la legislación vigente de Vías Pecuarias (nacional y autonómica) de manera que sea respetado el uso prioritario ganadero y los complementarios (caminata, bicicleta, cabalgada, así como el acceso de maquinaria agropecuaria a las fincas que las bordean).
El resto de vehículos (4x4, quads o motos) que necesiten circular por estos corredores ecológicos de la Red Natura 2000, requerirán autorización expresa. Además, es conveniente recordar que la velocidad para circular por las vías pecuarias con carácter general está limitada en 20 Km/h.
Publicado el 18 de Febrero, 2011 en el boletín de Noticias Agroinformación, España.
Un ejemplo a imitar.
Asociación civil VIDA-ong VIDA-Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina.
http://asociacioncivilvida.blogspot.com
jueves, 24 de febrero de 2011
martes, 22 de febrero de 2011
Derechos Humanos
«¿Acaso hay algún derecho que no sea humano?», se preguntaba Fernando Savater. Y es que la nota que añadiré a continuación tiene que ver precisamente con estos atributos de Jano, con este cruce de caminos por donde el filósofo nos deja momentáneamente solos para que lo remediemos con una reflexión conminatoria: ¿Cómo alcancé esta pregunta y por qué soy de algún modo Jano, por qué me veo obligado a interpelar el pasado y el futuro de lo humano, es decir de mí mismo, para justificarme? Y seguramente, si el descuido propio o del autor así lo disimula, también se caiga en la cuenta de que encarnamos como personas la agobiante sintesis histórica de un tiempo del que odiamos hacernos responsables. ¿Cuándo hemos nacido? ¿Allí donde reza el documento o bajo el nuevo marco de este dios Jano que nos extiende por la «líquida llanura» de los antiguos griegos, de sus primeras interpretaciones y preguntas? Y no hablamos de historia porque sintamos predilección por sus encantamientos: nos «vemos» en la historia porque la mente acaba de recordar que el hallazgo de la conciencia dependió de ello. ¿De qué se puede ser consciente sin rendirle tributo a este dios bifronte? ¿Qué otro inefable espacio se puede cargar tan instantáneamente a partir de ese modestísimo «darse cuenta» hallado por nuestra mente?
Estas cuestiones que habitualmente ocupan a los filósofos a menudo se encaminan, dado que ellos tampoco pueden dejar de encarnarse en este temporal valle de lágrimas , en el campo de la ética.
Américo Schvartzman, filósofo, periodista, dibujante y político de Concepción del Uruguay, en Argentina, a menudo retoma esta senda casi sin quererlo y alcanza nuestro paso para compartir este humano derecho (Savater hablaría entonces de un pleonasmo) de mirar con rigor aquello que ha poco nos habíamos propuesto, y de la situación en que nos encontramos, en cambio, ahora.
Hasta aquí nada que atice algún rescoldo histórico para abrigo futuro. Es más: todos sabemos que sólo hay pasos para dar de uno por vez. Pero, y como sólo puede advertirse tras ajustar firmemente las velas, obviamos referir esto y en cambio ponemos la expectativa en la oportunidad de los vientos. La filosofía tiene la particularidad de examinarse a sí misma, y diría que a veces es casi una obsesión. Que guste entonces de retorcerse por las sulfurosas aguas de la ética no debe sorprendernos.
En el mundo, y sobre todo en este país donde los Derechos Humanos han sido tan dolorosamente trágicos para su aprendizaje, nadie supondría que nos hemos confundido en los valores centrales de su ejercicio, de su práctica. Y es que a juzgar por la mirada institucional, política y cultural de los argentinos, les hemos conferido a su valiosa capacidad regenerativa una condición de asignatura, los hemos cosificado, los convocamos para que nos vivifiquen y ya petrificados por nuestro muerto entendimiento los hemos preparado para acompañar los viejos bustos de las plazas.
A las palabras más humanas las hemos manoseado hasta quitarles el sonido.
Quien así lamenta y escribe este blog recibió la generosa disposición de Américo Schvartzman para publicar este trabajo y su mucha cautela, este viento al fin tan oportuno, y que aguardo con esperanzas no pase en vano para todos.
¿Para Qué Sirven los Derechos Humanos?
Por Américo Schvartzman
Asesinatos, violaciones, robos, asaltos, cortes de calles o rutas, piquetes, toma de espacios públicos o privados, desalojos... Cada día la vorágine multimediática proporciona múltiples abordajes epidérmicos en relación con los derechos humanos. En el costado pegado al seudoprogresismo al frente del Gobierno (en los diferentes niveles), la expresión es utilizada de manera excluyente, sólo para referirse a los casos en los cuales se procura hacer justicia sobre el pasado reciente de la Argentina, es decir las atrocidades cometidas por quienes usurparon el poder desde 1976 hasta 1983. Los voceros gubernamentales no encuentran otra aplicación de estos términos.
En el otro rincón (presuntamente), la derecha emplea la expresión al borde del desprecio desembozado. “Derechos humanos sólo para los delincuentes”, “¿dónde están los derechos humanos de las víctimas?” y frases de ese estilo, constituyen las cada vez más frecuentes ocasiones en las que los representantes institucionales o emergentes del pensamiento conservador, impulsan una campaña cuasisistemática para degradar la antiquísima cuestión de que hay ciertos derechos que son elementales a la persona humana –por el solo hecho de estar viva– para reemplazarla por un relativismo según el cual los derechos humanos se “merecen” o entran en una lógica de “premio-castigo”. Es decir: si te portás mal, “suspendo” el respeto a tus derechos humanos (con el agravante, conocido, de que según el criterio del hablante, esa “mala conducta” puede ser un simple hurto, un delito de opinión o incluso una cuestión de aspecto exterior).
En mi opinión, ambos abordajes son igualmente unilaterales, trivializan el asunto y no contribuyen a lo que podría denominarse la ética de los derechos humanos, en tanto cultura social, según la cual el respeto por ellos es un complejo fenómeno cultural que en la promulgación legal apenas encuentra un paso importante, en el camino de un largo entramado de compromisos internacionales, nacionales, sociales e individuales, que tiene por objetivo crear una comunidad planetaria que efectivamente garantice el disfrute universal de los derechos humanos. Por dar un ejemplo: desde la primera formulación legal de la abolición de la esclavitud en la Argentina hasta la actualidad han transcurrido 197 años; no obstante aún no se destierran efectivamente todas las formas de reducción a servidumbre o semiesclavitud. Es un proceso, y la inclusión en la estructura jurídica es apenas un punto importante, no el inicio, sino un hito que luego debe desarrollarse en la complejidad de un sistema de restricciones y protección para que se efectivice.
LO NORMATIVO Y LO DESCRIPTIVO
En el lenguaje se pueden diferenciar usos, y parece necesario hacerlo para clarificar lo que queremos. A veces nos referimos a cómo son las cosas, y otras veces a cómo deberían ser. A grandes trazos, podríamos decir que el primer caso es un uso descriptivo y el segundo normativo.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por las Naciones Unidas hace 62 años, tiene como su primer artículo el que expresa que todos los seres humanos “nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Esa idea, tomada casi literalmente de la Declaración Francesa de 1789, fue despreciada por Friedrich Nietzsche como “la mentira más grande que jamás se ha pronunciado”. El filósofo argentino Eduardo Rabossi hizo una interesante observación analítica en relación a este asunto: señaló que Nietszche confundió los usos descriptivo y normativo de la aseveración.
Rabossi se refería a que un enunciado “descriptivo” tiene contenido empírico, es decir, puede ser declarado verdadero o falso. Pero los enunciados también pueden ser usados, sin alterar su formulación, con fines “normativos”. En este caso, lo que se persigue con su formulación y con los efectos que produce es, obviamente, distinto a lo que se persigue con su uso empírico. El Artículo Primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Se trata de un enunciado normativo y no descriptivo. Nos dice cómo deben ser las cosas, no cómo son.
EL DEBER SER
Desde 1948, y con la progresiva aceptación de cada una de las naciones del planeta, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en tanto conjunto de enunciados normativos, nos dice cómo deberían ser las relaciones entre los seres humanos, sobre la base de la libertad, la igualdad y la dignidad. No nos dice cómo son esas relaciones, sino que nos permite determinar en qué hemos mejorado, en qué aspectos no logramos modificar las injusticias y, sobre todo, nos permite establecer parámetros que –recuperando una de las más importantes tendencias éticas de la historia del pensamiento– pueden proyectarse de manera universal para dar las bases de una humanidad más humana.
Los derechos humanos son solidarios entre sí. Si se viola uno de ellos se violan todos los otros. Esa idea, la de que los derechos humanos son inescindibles, es compleja, pero es la base de la comprensión de una propuesta igualitaria y democrática moderna, y a la vez es la fundamentación más comprometida de una posible organización social sobre bases diferentes, que sea capaz de conjugar en un mismo plano por un lado los derechos sociales, económicos y culturales, y por el otro los derechos civiles y políticos, todos ellos consagrados en los instrumentos internacionales de derechos humanos. Es decir, conjugar, conciliar, armonizar la histórica tensión entre los valores de “igualdad” y “libertad”, sin que la concreción de uno de ellos vaya en desmedro del otro. Como suele decir Eduardo Galeano, el desafío del presente consiste en unir a “esas dos hermanas siamesas que han sido obligadas a vivir separadas”. En efecto, el capitalismo occidental sacrificó la igualdad en nombre de la libertad, y la experiencia del llamado “socialismo real” sacrificó la libertad en nombre de la igualdad. La Declaración de los Derechos Humanos presenta un basamento adecuado para erigirse en el eslabón de esa unidad. Ese eslabón es la dignidad humana.
RESPUESTA A LA DERECHA Y AL SEUDOPROGRESISMO
Un gobierno que se autodenomina progresista no debe restringir el campo de los derechos humanos sólo al esclarecimiento y castigo de los atroces episodios de la dictadura militar. La lacerante desigualdad que existe en la sociedad argentina, la insoportable noticia de que hay niños que mueren de hambre –en un país que produce calorías para 600 millones de personas–, la flagrante violación en amplísimas capas de la población de derechos como el acceso a la vivienda, al agua potable –consagrado como derecho humano por la ONU en julio de este año–, al trabajo, a la educación, a igual remuneración, y tantos otros, son una acusación terminante hacia una gestión que enarbola sólo oral y gestualmente la prédica de la dignidad humana.
La desgraciada frase con que la Presidenta de la Nación presentó la propuesta del “Fútbol para todos” es una ilustrativa referencia a este respecto: “No es posible que sólo el que pueda pagar pueda mirar un partido, que secuestren los goles hasta el domingo aunque pagues igual, como te secuestran la palabra o te secuestran las imágenes, como antes secuestraron y desaparecieron a 30 mil argentinos”. Sólo quien menosprecia hasta la banalidad el uso de las palabras puede haber permanecido todo este tiempo sin siquiera disculparse por esta injustificable manipulación de un tema tan caro a los derechos humanos.
Igualmente, es inaceptable que permanentemente se gatille la idea de que los derechos humanos son sólo para los delincuentes o de que “mis derechos terminan donde empiezan los de los demás”. Los derechos humanos son solidarios e inseparables, y los derechos de quien dice esa frase trivial y remanida, son violados a diario con cada viejo desamparado, con cada joven que dejó la escuela, con cada pareja que no accede a una vivienda, con cada familia que carece de cloacas, con cada gurí que limpia vidrios en las paradas de los semáforos, aunque lo ignoren tanto el vocero de la frase como cada uno de los otros ciudadanos y ciudadanas enumeradas.
A la derecha “manodurista” ilustrada debería recordársele que para John Locke, padre del liberalismo, el derecho de propiedad está íntimamente vinculado con la libertad. En otras palabras, que para ser libre, el hombre necesita tener propiedad. Uno puede discrepar con esa idea, pero también puede asediarla por otro costado: supongamos que aceptamos la premisa; pero entonces cabe preguntarse ¿queremos que todos los seres humanos sean libres? Si la respuesta es positiva ¿no deberíamos asegurarles a todos la posibilidad de ser propietarios? ¿No debería ser tan importante la protección de quien ya tiene propiedad –única preocupación de la derecha macrista ilustrada– como el acceso a la misma de quien no la posee?
A las personas que bienintencionadamente caen en la prédica de la derecha ilustrada en contra de la ética de los derechos humanos, debe explicársele que, a diferencia de los derechos “corrientes”, que entrañan obligaciones como contracara, los derechos humanos no se pierden, son inalienables. Yo tengo el derecho de conducir vehículos; pero para ello tengo obligaciones: tramitar el carnet y respetar las normas de tránsito, entre otras. Si no cumplo con ellas, pierdo el derecho a manejar un automóvil. Pero en el caso de los derechos humanos, las cosas son distintas. El sujeto tiene el derecho a recibir educación. La obligación de brindar las condiciones para ello son de un tercero: el Estado. No se le puede birlar el derecho a la persona, ni tampoco el Estado puede hacerse el distraído respecto de su deber, al menos en la Argentina, en donde las declaraciones de derechos humanos tienen la misma jerarquía que la Constitución Nacional, es decir que están en la cúspide de la pirámide jurídica. (En el caso del que delinque, ese derecho se restringe, pero no se pierde: podrá tener libertad en su celda, donde escuchará la música que desee, leerá los libros que quiera y hasta podrá estudiar. No pierde su derecho a la vida, ni su dignidad).
“¿Y los derechos humanos de las víctimas?” Como no hay pregunta tonta, ni respuesta definitiva –según decía Paulo Freire– la respuesta sólo se brinda para quienes lo preguntan desde la buena fe: necesitamos una sociedad y un Estado que velen por los derechos humanos de todos y todas. Proponer violar los derechos del victimario no es justicia, sino venganza. Y la verdad es que pone a quien lo proponga, detrás del propio delincuente en la escala moral, tal como se lo hacía decir Platón a Protágoras, 2.500 años atrás, en el diálogo de este nombre: “Verás, Sócrates, el valor de castigar a los injustos es que la virtud puede ser adquirida. No se castiga al injusto en pos de la injusticia cometida, a menos que se vengue como una bestia. Quien castiga con la razón no piensa en la injusticia pasada, pues no consigue que lo que fue dejase de ser, sino pensando en el futuro, para que ni él ni quien lo ve vuelvan a cometer injusticias”.
LO ÚNICO POSIBLE
El filósofo argentino Oscar del Barco escribió, amargamente, que principios fundamentales como el de no matar, así como el de amar al prójimo, son “principios imposibles”, de imposible cumplimiento, porque “la historia es en gran parte historia de dolor y muerte”. Pero –agregaba– sostener esos principios imposibles “es lo único posible”. Sin ellos no podría existir la sociedad humana. “Asumir lo imposible como posible es sostener lo absoluto de cada ser humano, desde el primero al último”. Ese es el papel normativo de los derechos humanos, y es necesario, entre otras cosas, insistir en esto tanto frente a la trivialización seudoprogresista de la ética de los derechos humanos, como de la andanada “manodurista” de la derecha que sólo piensa en proteger los derechos de los propietarios.
Vale recordar que en esta cuestión de “posibilidades” e “imposibilidades”, como escribió Max Weber, “No se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez”. Construir la ética de los derechos humanos es intentar una y otra vez ese desafío.
Américo Schvartzman, de la redacción de El Miércoles Digital
http://www.miercolesdigital.com.ar/preview_diag.asp?ID=22675&TAM=700
Por Américo Schvartzman
Asesinatos, violaciones, robos, asaltos, cortes de calles o rutas, piquetes, toma de espacios públicos o privados, desalojos... Cada día la vorágine multimediática proporciona múltiples abordajes epidérmicos en relación con los derechos humanos. En el costado pegado al seudoprogresismo al frente del Gobierno (en los diferentes niveles), la expresión es utilizada de manera excluyente, sólo para referirse a los casos en los cuales se procura hacer justicia sobre el pasado reciente de la Argentina, es decir las atrocidades cometidas por quienes usurparon el poder desde 1976 hasta 1983. Los voceros gubernamentales no encuentran otra aplicación de estos términos.
En el otro rincón (presuntamente), la derecha emplea la expresión al borde del desprecio desembozado. “Derechos humanos sólo para los delincuentes”, “¿dónde están los derechos humanos de las víctimas?” y frases de ese estilo, constituyen las cada vez más frecuentes ocasiones en las que los representantes institucionales o emergentes del pensamiento conservador, impulsan una campaña cuasisistemática para degradar la antiquísima cuestión de que hay ciertos derechos que son elementales a la persona humana –por el solo hecho de estar viva– para reemplazarla por un relativismo según el cual los derechos humanos se “merecen” o entran en una lógica de “premio-castigo”. Es decir: si te portás mal, “suspendo” el respeto a tus derechos humanos (con el agravante, conocido, de que según el criterio del hablante, esa “mala conducta” puede ser un simple hurto, un delito de opinión o incluso una cuestión de aspecto exterior).
En mi opinión, ambos abordajes son igualmente unilaterales, trivializan el asunto y no contribuyen a lo que podría denominarse la ética de los derechos humanos, en tanto cultura social, según la cual el respeto por ellos es un complejo fenómeno cultural que en la promulgación legal apenas encuentra un paso importante, en el camino de un largo entramado de compromisos internacionales, nacionales, sociales e individuales, que tiene por objetivo crear una comunidad planetaria que efectivamente garantice el disfrute universal de los derechos humanos. Por dar un ejemplo: desde la primera formulación legal de la abolición de la esclavitud en la Argentina hasta la actualidad han transcurrido 197 años; no obstante aún no se destierran efectivamente todas las formas de reducción a servidumbre o semiesclavitud. Es un proceso, y la inclusión en la estructura jurídica es apenas un punto importante, no el inicio, sino un hito que luego debe desarrollarse en la complejidad de un sistema de restricciones y protección para que se efectivice.
LO NORMATIVO Y LO DESCRIPTIVO
En el lenguaje se pueden diferenciar usos, y parece necesario hacerlo para clarificar lo que queremos. A veces nos referimos a cómo son las cosas, y otras veces a cómo deberían ser. A grandes trazos, podríamos decir que el primer caso es un uso descriptivo y el segundo normativo.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por las Naciones Unidas hace 62 años, tiene como su primer artículo el que expresa que todos los seres humanos “nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Esa idea, tomada casi literalmente de la Declaración Francesa de 1789, fue despreciada por Friedrich Nietzsche como “la mentira más grande que jamás se ha pronunciado”. El filósofo argentino Eduardo Rabossi hizo una interesante observación analítica en relación a este asunto: señaló que Nietszche confundió los usos descriptivo y normativo de la aseveración.
Rabossi se refería a que un enunciado “descriptivo” tiene contenido empírico, es decir, puede ser declarado verdadero o falso. Pero los enunciados también pueden ser usados, sin alterar su formulación, con fines “normativos”. En este caso, lo que se persigue con su formulación y con los efectos que produce es, obviamente, distinto a lo que se persigue con su uso empírico. El Artículo Primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Se trata de un enunciado normativo y no descriptivo. Nos dice cómo deben ser las cosas, no cómo son.
EL DEBER SER
Desde 1948, y con la progresiva aceptación de cada una de las naciones del planeta, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en tanto conjunto de enunciados normativos, nos dice cómo deberían ser las relaciones entre los seres humanos, sobre la base de la libertad, la igualdad y la dignidad. No nos dice cómo son esas relaciones, sino que nos permite determinar en qué hemos mejorado, en qué aspectos no logramos modificar las injusticias y, sobre todo, nos permite establecer parámetros que –recuperando una de las más importantes tendencias éticas de la historia del pensamiento– pueden proyectarse de manera universal para dar las bases de una humanidad más humana.
Los derechos humanos son solidarios entre sí. Si se viola uno de ellos se violan todos los otros. Esa idea, la de que los derechos humanos son inescindibles, es compleja, pero es la base de la comprensión de una propuesta igualitaria y democrática moderna, y a la vez es la fundamentación más comprometida de una posible organización social sobre bases diferentes, que sea capaz de conjugar en un mismo plano por un lado los derechos sociales, económicos y culturales, y por el otro los derechos civiles y políticos, todos ellos consagrados en los instrumentos internacionales de derechos humanos. Es decir, conjugar, conciliar, armonizar la histórica tensión entre los valores de “igualdad” y “libertad”, sin que la concreción de uno de ellos vaya en desmedro del otro. Como suele decir Eduardo Galeano, el desafío del presente consiste en unir a “esas dos hermanas siamesas que han sido obligadas a vivir separadas”. En efecto, el capitalismo occidental sacrificó la igualdad en nombre de la libertad, y la experiencia del llamado “socialismo real” sacrificó la libertad en nombre de la igualdad. La Declaración de los Derechos Humanos presenta un basamento adecuado para erigirse en el eslabón de esa unidad. Ese eslabón es la dignidad humana.
RESPUESTA A LA DERECHA Y AL SEUDOPROGRESISMO
Un gobierno que se autodenomina progresista no debe restringir el campo de los derechos humanos sólo al esclarecimiento y castigo de los atroces episodios de la dictadura militar. La lacerante desigualdad que existe en la sociedad argentina, la insoportable noticia de que hay niños que mueren de hambre –en un país que produce calorías para 600 millones de personas–, la flagrante violación en amplísimas capas de la población de derechos como el acceso a la vivienda, al agua potable –consagrado como derecho humano por la ONU en julio de este año–, al trabajo, a la educación, a igual remuneración, y tantos otros, son una acusación terminante hacia una gestión que enarbola sólo oral y gestualmente la prédica de la dignidad humana.
La desgraciada frase con que la Presidenta de la Nación presentó la propuesta del “Fútbol para todos” es una ilustrativa referencia a este respecto: “No es posible que sólo el que pueda pagar pueda mirar un partido, que secuestren los goles hasta el domingo aunque pagues igual, como te secuestran la palabra o te secuestran las imágenes, como antes secuestraron y desaparecieron a 30 mil argentinos”. Sólo quien menosprecia hasta la banalidad el uso de las palabras puede haber permanecido todo este tiempo sin siquiera disculparse por esta injustificable manipulación de un tema tan caro a los derechos humanos.
Igualmente, es inaceptable que permanentemente se gatille la idea de que los derechos humanos son sólo para los delincuentes o de que “mis derechos terminan donde empiezan los de los demás”. Los derechos humanos son solidarios e inseparables, y los derechos de quien dice esa frase trivial y remanida, son violados a diario con cada viejo desamparado, con cada joven que dejó la escuela, con cada pareja que no accede a una vivienda, con cada familia que carece de cloacas, con cada gurí que limpia vidrios en las paradas de los semáforos, aunque lo ignoren tanto el vocero de la frase como cada uno de los otros ciudadanos y ciudadanas enumeradas.
A la derecha “manodurista” ilustrada debería recordársele que para John Locke, padre del liberalismo, el derecho de propiedad está íntimamente vinculado con la libertad. En otras palabras, que para ser libre, el hombre necesita tener propiedad. Uno puede discrepar con esa idea, pero también puede asediarla por otro costado: supongamos que aceptamos la premisa; pero entonces cabe preguntarse ¿queremos que todos los seres humanos sean libres? Si la respuesta es positiva ¿no deberíamos asegurarles a todos la posibilidad de ser propietarios? ¿No debería ser tan importante la protección de quien ya tiene propiedad –única preocupación de la derecha macrista ilustrada– como el acceso a la misma de quien no la posee?
A las personas que bienintencionadamente caen en la prédica de la derecha ilustrada en contra de la ética de los derechos humanos, debe explicársele que, a diferencia de los derechos “corrientes”, que entrañan obligaciones como contracara, los derechos humanos no se pierden, son inalienables. Yo tengo el derecho de conducir vehículos; pero para ello tengo obligaciones: tramitar el carnet y respetar las normas de tránsito, entre otras. Si no cumplo con ellas, pierdo el derecho a manejar un automóvil. Pero en el caso de los derechos humanos, las cosas son distintas. El sujeto tiene el derecho a recibir educación. La obligación de brindar las condiciones para ello son de un tercero: el Estado. No se le puede birlar el derecho a la persona, ni tampoco el Estado puede hacerse el distraído respecto de su deber, al menos en la Argentina, en donde las declaraciones de derechos humanos tienen la misma jerarquía que la Constitución Nacional, es decir que están en la cúspide de la pirámide jurídica. (En el caso del que delinque, ese derecho se restringe, pero no se pierde: podrá tener libertad en su celda, donde escuchará la música que desee, leerá los libros que quiera y hasta podrá estudiar. No pierde su derecho a la vida, ni su dignidad).
“¿Y los derechos humanos de las víctimas?” Como no hay pregunta tonta, ni respuesta definitiva –según decía Paulo Freire– la respuesta sólo se brinda para quienes lo preguntan desde la buena fe: necesitamos una sociedad y un Estado que velen por los derechos humanos de todos y todas. Proponer violar los derechos del victimario no es justicia, sino venganza. Y la verdad es que pone a quien lo proponga, detrás del propio delincuente en la escala moral, tal como se lo hacía decir Platón a Protágoras, 2.500 años atrás, en el diálogo de este nombre: “Verás, Sócrates, el valor de castigar a los injustos es que la virtud puede ser adquirida. No se castiga al injusto en pos de la injusticia cometida, a menos que se vengue como una bestia. Quien castiga con la razón no piensa en la injusticia pasada, pues no consigue que lo que fue dejase de ser, sino pensando en el futuro, para que ni él ni quien lo ve vuelvan a cometer injusticias”.
LO ÚNICO POSIBLE
El filósofo argentino Oscar del Barco escribió, amargamente, que principios fundamentales como el de no matar, así como el de amar al prójimo, son “principios imposibles”, de imposible cumplimiento, porque “la historia es en gran parte historia de dolor y muerte”. Pero –agregaba– sostener esos principios imposibles “es lo único posible”. Sin ellos no podría existir la sociedad humana. “Asumir lo imposible como posible es sostener lo absoluto de cada ser humano, desde el primero al último”. Ese es el papel normativo de los derechos humanos, y es necesario, entre otras cosas, insistir en esto tanto frente a la trivialización seudoprogresista de la ética de los derechos humanos, como de la andanada “manodurista” de la derecha que sólo piensa en proteger los derechos de los propietarios.
Vale recordar que en esta cuestión de “posibilidades” e “imposibilidades”, como escribió Max Weber, “No se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez”. Construir la ética de los derechos humanos es intentar una y otra vez ese desafío.
Américo Schvartzman, de la redacción de El Miércoles Digital
http://www.miercolesdigital.com.ar/preview_diag.asp?ID=22675&TAM=700
lunes, 21 de febrero de 2011
Los Niños Asesinados del Norte Argentino - Luis Sabini Fernández
Los números a veces acumulan y calientan. Y eso de las “frías estadísticas” es a menudo puro cuento. Ante ocho infantes muertos en dos semanas en Salta en las familias de pueblos originarios, se han disparado las interpretaciones, las explicaciones y las excusas.
Mencionemos únicamente al pasar la política de culpar a la víctima, provecta estrategia del poder, con la cual el gobernador salteño hizo su incursión “antropológica” denominándolos “desnutridos culturales”. La bajeza de esta calificación se mide únicamente por lo que esconde: qué condiciones de vida, sobrevida y muerte tienen los arrinconados pueblos originarios.
Pero si escuchar la voz del amo es penoso en esta cuestión, no quedamos mucho mejor librados con algunas voces “críticas”.
En particular con voces provenientes de la corriente mediática K que tiene que hacer enormes esfuerzos y cabriolas intelectuales para seguir denunciando los verdaderos motivos de estas muertes sin dejar de defender al gobierno.
En el programa oficialista de la radio oficial de la mañana (Norberto Corominas, Horacio Del Prado, Fernando Clavero entre otros, 15/2/2011) comentan la atroz situación de las poblaciones originarias en Salta y describen, correctamente, los mecanismos de desterritorialización que sufren, desde hace mucho, los habitantes originarios. Explican, y sus voces se superponen indignadas, agregando razones y causales, que las compañías petrolíferas, que los sojeros, que elementos del mundo judicial con escrituras las más de las veces truchas, se “adueñan” −con el “debido” respaldo policial, habría que agregar−, de tierras, vertientes, lagunas, caminos, bloqueando e impidiendo que los habitantes originarios puedan acceder a sus tradicionales medios de vida: recolección, pesca, cría, caza.
Estos periodistas, con alta conciencia crítica, la emprenden así con el capital operando y saqueando. Con la actividad normal del capital(ismo), bah. Libérrimo, sin frenos ni cortapisas.
Pero estos mismos periodistas, en un operativo ideológico que los califica como auténticos periodistas K (por si hacía falta otro dato que el hecho de revistar en los planteles de la radio pública, porque en este país lo público se confunde, deliberadamente, con lo gubernamental) nos han contado que las grandes empresas transnacionales seguirán ganando a manos llenas pero ya no mandan en el país. Y nos han puesto el ejemplo de un multón contra una petrolera de primer nivel. Y todo esto en el mismo programa en que abordaran la tragedia de los niños que han muerto legalmente por desnutrición.
¿Por qué, si las empresas ya no pueden hacer lo que quieren bajo el gobierno K hacen lo que hacen en Salta, deforestadoras, petroleras y/o sojeras?
Porque la denuncia de estos periodistas, tan furibundos anticapitalistas, se formulan con un presupuesto: los empresarios hacen lo que quieren porque no existe estado. Porque no hay gobierno. Porque no hay, en suma política. Solo la gestión… empresaria, el sueño de Macri. O, a lo sumo, alguna presencia de lo público corrompido hasta los tuétanos como en el ejemplo de la presencia (bastante habitual) de escrituras truchas.
Esto último es, por cierto, totalmente creíble. Pero la llamativa ausencia sigue en pie: ¿son jueces o fiscales cómplices lo único público que existe en Salta, amén de un gobernador que ensaya explicaciones “antro”? Si eso es así, eso es lo que tiene que denunciar el periodismo. Se podrá discutir si el gobierno nacional puede incursionar en el ámbito provincial, intervención mediante. O abdicar de hacerlo. Pero de lo que no puede abdicar el periodismo es de buscar las causas y los responsables de un hecho, sobre todo cuando se trata de lo que algunos consideramos, un asesinato, que así cumplido, en forma genérica, se incluye en lo que se llama un etnocidio. Porque criticando sólo a las empresas nos salteamos lindamente la instancia reguladora, societaria, política. Y la crítica al no crecer desde lo concreto (con-creto es crecido-con) deviene precisamente en su opuesto: abstracta. Inasible. Inservible.
Es curioso. Los etnocidios, generalmente acompañados de genocidio en menor o mayor escala, se realizan a menudo alegando causas políticas, religiosas, históricas. El caso más patente que tenemos en nuestro conflictuado presente es la política israelí sobre el pueblo palestino.
Pero en Argentina, una situación que implica el arrasamiento de formaciones socio-étnicas ajenas a la argentinidad, se cumplen como al descuido. Como sin darse cuenta. Bajo el puro impulso económico. O de la rentabilidad. Sin actores políticos (o casi). Los que deberían estar presentes, siquiera a causa de su presencia formal; los políticos, son cómplices que ensayan respuestas que le quiten toda responsabilidad a pasos económicos concretos; tomas de tierras, cierres de caminos, prohibición de caza, desmonte descontrolado de tierras “baldías” o “públicas” o sin títulos debidamente acreditados por las notarías del estado argentino, lo cual significa el achique permanente de las formas de vida económica vinculada al monte y a la naturaleza, más o menos tradicionales, más o menos artesanales. En una palabra, estamos ante distraídos que condenan moralmente al capital pero sin que semejante condena moral, afecte materialmente. Ni a los empresarios que van reconfigurando el país, bajo el motto de la modernización, para mejor hacer negocios, ni tampoco a los políticos que aceptan ideológicamente la modernización y consiguen así también su participación en los rindes.
Esta postración política está tan extendida que abarca incluso a los estamentos más altos del poder judicial, que se suponen más alejados de la corrupción o la connivencia: ante una seguidilla pesadillesca de muertes similares, de adultos originarios en 2008, la jueza de la SCJ, Carmen Argibay, no tuvo mejor medida que disponer se proveyera de bolsas de comida a la población afectada con tales muertes. Seres humanos a los que la industrializaciòn del agro, el desmonte, la contrarreforma agraria galopante que vive el país, la sojizaciòn, la modernizaciòn, en suma, les había arrebatado sus medios de vida. En ningún momento hubo siquiera un intento de reconocer el derecho de esos argentinos al hábitat. Un derecho humano. Ni siquiera se mencionó. La caridad entonces sí, la justicia ni en sueños.
Debe haber muchos más “actores sociales” alrededor de estas atroces, y repetidas, muertes. Pero el panorama político no se ilumina demasiado. Desde el costado profesional médico, por ejemplo, algunos profesionales de la salud (Alicia Torres y Tomás Torres Aliaga, p. ej.) presentan sus currículos y acusan al gobernador de falta de atenciòn hospitalaria como gotitas de vitaminas, con las cuales compensar algunas deficiencias y evitar la desnutriciòn galopante. Pero su crítica no excede su ámbito profesional, cuando lo que necesitamos en esta cuestión es precisamente aprender a ver por encima de nuestras quintitas profesionales o estamentales. Porque los Grobocopatel cuidan sus quintitas y los intendentes las suyas, y los médicos por el estilo… pero hay un quintita que es la destrozada. Ya sabe el lector −espero− cuál.
La misma etnia que sufre estas muertes fue atacada con motivo de un bloqueo de ruta a fines de 2010, en Formosa, con una represión que significó un nativo y un policía muertos y dos nativos gravemente heridos. Enfrentaban el desmonte de tierras que reclaman suyas.
Una pesadilla sin fin. Miembros de la comunidad qom, en Río Bermejito, tomó el 14 de febrero la comisaría. ¿Qué había pasado? Los qom cortan el puente La Sirena del mencionado río en protesta contra… ¿contra qué?: la tala de árboles. La policía, esta vez chaqueña, reprimió el corte hiriendo a un hombre qom. Esto fue lo que provocó la toma de la comisaría.
Las empresas no se dan por enteradas. Es su lógica. Los gobiernos tampoco. Pero postulan otra lógica. Pienso que al menos los periodistas debieran atender esto. Pero no lo parece, al menos entre los de los circuitos mediáticos principales. Ya Marx había reparado hace siglo y medio que “cada progreso económico es al mismo tiempo una calamidad social”; hoy la modernización galopante nos está llevando al borde de un precipicio planetario, pero no se discute; al contrario, ¡seguimos festejando los aumentos de PBI!
Luis E. Sabini Fernández es Miembro de la Cátedra Libre de Derechos Humanos, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, periodista, editor de futuros del planeta, la sociedad y cada uno, www.revistafuturos.com.ar
domingo, 20 de febrero de 2011
A la ciudadanía responsable hacemos un llamado. A los medios gracias por ponerlo en conocimiento de la población y a las autoridades saber que es la entrada a nuestra ciudad por el río y es una carta de presentación.
FARO DE LA STELLA MARIS PIDE AUXILIO
SALVEMOS AL FARO DE LA STELLA MARIS
ONG VIDA advierte: la situación es preocupante por cuanto se ha socavado la base y entendemos que corre peligro de derrumbe. Se deben tomar medidas rápidamente para evitarlo. En consecuencia, ong VIDA hace un llamado al pueblo de Concepción del Uruguay y muy especialmente al Vice Gobernador Dr. Don Eduardo Lauritto y al Sr. Intendente Don Marcelo F. Bisogni para que en conjunto se pueda recaudar los fondos necesarios para la reparación.
Al mismo tiempo, hacemos un llamado a los medios para que nos apoyen en esta empresa. Para quienes no conocen nuestra zona, el faro recibe al navegante que ingresa por el río Uruguay y se llega al puerto de la ciudad por el riacho Itapé.
ong VIDA-asociación civil VIDA-Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina.
nuestro correo electrónico: asociacion_civil_vida@yahoo.com.ar
nuestro blog: http://asociacióncivilvida.blogspot.com
Todos nuestros artículos pueden ser publicados así como sus fotos, solo solicitamos mencionen a la ong VIDA de Concepción del Uruguay.
sábado, 19 de febrero de 2011
Comunicado de la Ong Vida
COMUNICADO DE PRENSA ANTENAS DE TELEFONÍA
El viernes 18/2 se realizó en la sede de AGMER una reunión conjunta de organizaciones y vecinos para dar tratamiento a la problemática de las antenas de telefonía en nuestra ciudad. Asistieron miembros de la ONG Vida, la Asamblea Ciudadana Ambiental C del U, la Multisectorial Uruguayense y vecinos interesados en el tema.
Ante la presencia de empresas que están ofreciendo dinero a los vecinos invocando permisos municipales para instalar antenas en sus predios informamos:
1 – Que la Ordenanza 5227 del año 2002 es clara y prohíbe taxativamente la instalación de dichas antenas ordenando incluso el retiro de las existentes.
2 – Que cualquier intento de realizar un contrato por predios para estos fines sería violar dicha ordenanza y las leyes vigentes.
3 – Fundamentalmente que las ondas emitidas por estas antenas son dañinas para la salud humana, razón por la cual se encuentra prohibida su instalación a menos de 200 metros de las viviendas y 500 m de los lugares como escuelas y hospitales.
4 – Que la información científica y técnica se encuentra disponible en la página http://asociacioncivilvida.blogspot.com
Finalmente se resolvió realizar campañas de difusión y sensibilización a la población, las autoridades y los medios de comunicación sobre la gravedad y urgencia de este tema.
Invitamos a la comunidad a sumarse y participar. Próxima reunión viernes 25 de Febrero, 20,30 hs Almafuerte 729.Concepción del Uruguay, Entre Ríos
Mails de contacto: asociación_civil_vida@yahoo.com.ar
Tel de contacto:
430495 – 425461 – 427494 – 15472455 – 15488538
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