Media entonces entre opresores y oprimidos una gruesa franja humana que cuenta con todo a su alcance, sino para ponérle término, para salvar y salvarnos de vivir estas amargas experiencias bajo la angustia y la impotencia a todos nosotros, en el rol social que ocupemos y en cualquier país que vivamos.
Y queda claro que aún no hemos empezado.
La nota apareció en una publicación de Cochabamba, Bolivia, el 27 de febrero del corriente año.
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Cochabamba
OTROS CIENTOS DE DESGARRADORAS HISTORIAS DE MALFORMACIONES QUEDAN EN EL ANONIMATO ENTRE 2010 Y 2011.
30 bebés nacieron deformados en el trópico por plaguicidas
Por: ZULMA CAMACHO G. zcamacho@opinion.com.bo | 27/02/2011 | Ed. Imp.
Hace tres días fue internada una mujer con 7 meses de embarazo en la Sala B del Hospital Maternológico “Germán Urquidi”. El diagnóstico señala que se trata de un toracópago, es decir, un feto formado por dos individuos unidos, casi de forma completa por el tórax. Por la gravedad del caso el embarazo debe ser interrumpido. No se revela detalles por respeto a la madre.
Los proyectos productivos anuncian permanentemente cifras de la importación o exportación de productos, pero ninguno considera el sacrificio humano y de la vida en todas sus expresiones. El uso intensivo de plaguicidas para la producción es el arma que mata en silencio.
El año 2010, fueron registrados 30 casos de malformaciones congénitas. Este dato fue extraído sólo de cuatro tipos de malformaciones más comunes en Cochabamba, de los más de 200 tipos existentes, según los datos de la Unidad de Estadística del Maternológico.
Uno de los casos más difundidos fue el del nacimiento de un bebé sirena con una sola extremidad inferior en el trópico de Cochabamba. (04/03/08). “Los padres, se dedicaban al cultivo de banano y conviven en la misma estancia con fertilizantes y pesticidas”, explicó el ginecólogo del maternológico, Angel Maida. Tanta conmoción en este caso impidió ver las decenas de malformaciones fetales, no tan visibles, pero nocivas en bebés, como a la madre y la familia.
Las estadísticas de malformaciones fetales en el maternológico, reflejan que la mayor concentración de estos casos corresponden a la región del trópico. Las mujeres y niños son los más vulnerables, informó Maida.
“En las comunidades del trópico, la mayoría de las veces, son las mujeres que realizan la fumigación con productos calificados como extremada y altamente peligrosos, (tipo a Ia y Ib)”, asevera, la coordinadora técnica del Centro de Estudios e Investigaciones en Impactos Socio Ambientales (Ceiisa), Janneth Fuentes. Enfatizó en que las personas no consideran que esta tarea, aparentemente liviana, es muy riesgosa.
Entre casos con mayor incidencia Maida resalta tres: la mielomeningocele (9), las malformaciones múltiples (8), la gastrosquisis (4) y la hidrocefalea congénita (8).
La mielomeningocele (defecto en el que la columna vertebral y el conducto raquídeo no se cierran antes del nacimiento) este mal no perdona la vida de ningún niño. “La muerte es casi inmediata después del nacimiento”, dijo Maida. La gastrosquisis provoca que los intestinos y otros órganos se desarrollen fuera del estómago, una intervención quirúrgica inmediata puede salvar la vida del bebé, pero dejando secuelas en la función intestinal.
La desinformación, sobre las graves consecuencias del uso intensivo de plaguicidas, hacen ver que tiendas en la avenida República venden los productos a granel, sin instructivo del manejo, ni información técnica.
“Cada vez es más frecuente que niños entre 11 y 12 años realicen la tarea del fumigado”, expresa la responsable técnico del Ceiisa, Janneth Fuentes.
Esta situación se debe a que los padres, en el trabajo cotidiano, realizan tareas más pesadas o que requieren mayor fuerza, y los niños ayudan con la riesgosa fumigación. Existe otra situación donde la migración de padres deja a las madres con toda la obligación de la casa y la producción agrícola, y quedan los hijos como la única ayuda.
El Ceiisa implementa, en la actualidad, programas de información y capacitación con niños. En los programas se desarrollan alternativas ecológicas para mejorar la producción sustituyendo los plaguicidas tóxicos por caldos sulfocálcicos, abono bocashi, soluciones de orina de vaca, entre otros.
“Evitar que los niños apoyen en la agricultura familiar parece una tarea imposible”, señala Fuentes. Es así que en los programas de capacitación se recomienda a los más pequeños bañarse después de cada fumigación, y cambiarse la ropa, como medidas básicas de prevención.
“La naturalidad con la que se refieren a estos casos es alarmante, ya que parece no afectarles en lo absoluto”, expresó la responsable técnico del Ceiisa, Janneth Fuentes.
Los dolores de cabeza, irritación en la piel, ardor en los ojos, son justificados por respuestas como “no desayuné bien”, “anoche me trasnoché”, o “vine corriendo”.
Actitudes como ésta se reflejan al menos en el 65 por ciento de la población que niega los efectos nocivos de estos químicos, o porque salen en su defensa para no tener que dejarlo y bajar su producción. Tratando de encontrar una explicación a la reacción de las madres, Fuentes señaló que la idiosincrasia de las personas dificulta que puedan ver el daño en su verdadera magnitud. “Los plaguicidas llegaron a las comunidades rurales como “Jampi” o medicina para las plantas, como algo que cura y no como algo que pueda dañar”.
La falta de políticas de Gobierno para regular la importación para prevenir nuevas víctimas de plaguicidas, mutilan toda posibilidad de reducir el daño.
En Bolivia la única reglamentación para la importación -Reglamento para el registro y control de plaguicidas/Art. 30- restringe pero no prohíbe plaguicidas Ia (los más tóxicos). El artículo señala que “el registro está sujeto a un estudio Riesgo/Beneficio realizado por la empresa registrante y sometida a la opinion del Consejo Nacional de Plaguicidas (Conapla), quien derivará su informe a Senasag, el que tomará la decisión de otorgación de registro, en caso favorable será con uso restringido”.
ATENCIÓN Consideran-do la atención y las limitaciones en la formación de profesionales para atender a las víctimas de los plaguicidas, las universidades bolivianas ven dicha formación de manera superficial.
La malla curricular en las universidades y centros de formación superior no incorporan temas y mucho menos materias que brinden a los futuros profesionales los conocimientos especializados para la atención debida y oportuna de la población.
Cuando no se cuenta con el conocimiento preciso de cómo atender a una persona que sufrió alguna intoxicación severa, o crónica, en lugar de ayudarla, puede acelerar su muerte. Sesenta organizaciones trabajan en el país para concienciar a productores sobre el peligro de uso indiscriminado de plaguicidas.
En Cochabamba el Centro de Estudios e Investigación en Impactos Socio Ambientales (Ceiisa) es el coordinador de la Red de Acción en Plaguicidas y Alternativas de América Latina (RAP-AL), que articula a organizaciones e instituciones de 18 países que objetan el modelo de producción agrícola basado en monocultivos, y el uso masivo de plaguicidas.
Consultas al autor: ceiisa@ceibo.entelnet.bo
Los proyectos productivos anuncian permanentemente cifras de la importación o exportación de productos, pero ninguno considera el sacrificio humano y de la vida en todas sus expresiones. El uso intensivo de plaguicidas para la producción es el arma que mata en silencio.
El año 2010, fueron registrados 30 casos de malformaciones congénitas. Este dato fue extraído sólo de cuatro tipos de malformaciones más comunes en Cochabamba, de los más de 200 tipos existentes, según los datos de la Unidad de Estadística del Maternológico.
Uno de los casos más difundidos fue el del nacimiento de un bebé sirena con una sola extremidad inferior en el trópico de Cochabamba. (04/03/08). “Los padres, se dedicaban al cultivo de banano y conviven en la misma estancia con fertilizantes y pesticidas”, explicó el ginecólogo del maternológico, Angel Maida. Tanta conmoción en este caso impidió ver las decenas de malformaciones fetales, no tan visibles, pero nocivas en bebés, como a la madre y la familia.
Las estadísticas de malformaciones fetales en el maternológico, reflejan que la mayor concentración de estos casos corresponden a la región del trópico. Las mujeres y niños son los más vulnerables, informó Maida.
“En las comunidades del trópico, la mayoría de las veces, son las mujeres que realizan la fumigación con productos calificados como extremada y altamente peligrosos, (tipo a Ia y Ib)”, asevera, la coordinadora técnica del Centro de Estudios e Investigaciones en Impactos Socio Ambientales (Ceiisa), Janneth Fuentes. Enfatizó en que las personas no consideran que esta tarea, aparentemente liviana, es muy riesgosa.
Entre casos con mayor incidencia Maida resalta tres: la mielomeningocele (9), las malformaciones múltiples (8), la gastrosquisis (4) y la hidrocefalea congénita (8).
La mielomeningocele (defecto en el que la columna vertebral y el conducto raquídeo no se cierran antes del nacimiento) este mal no perdona la vida de ningún niño. “La muerte es casi inmediata después del nacimiento”, dijo Maida. La gastrosquisis provoca que los intestinos y otros órganos se desarrollen fuera del estómago, una intervención quirúrgica inmediata puede salvar la vida del bebé, pero dejando secuelas en la función intestinal.
La desinformación, sobre las graves consecuencias del uso intensivo de plaguicidas, hacen ver que tiendas en la avenida República venden los productos a granel, sin instructivo del manejo, ni información técnica.
Los más pequeños pagan los precios más altos del daño
Además de la muerte, existen consecuencias cotidianas en el normal desarrollo de los niños. Problemas de aprendizaje y de memoria en las escuelas rurales son identificados diario en el trabajo cotidiano del Centro de Estudios e Investigaciones en Impactos Socio Ambientales (Ceiisa).“Cada vez es más frecuente que niños entre 11 y 12 años realicen la tarea del fumigado”, expresa la responsable técnico del Ceiisa, Janneth Fuentes.
Esta situación se debe a que los padres, en el trabajo cotidiano, realizan tareas más pesadas o que requieren mayor fuerza, y los niños ayudan con la riesgosa fumigación. Existe otra situación donde la migración de padres deja a las madres con toda la obligación de la casa y la producción agrícola, y quedan los hijos como la única ayuda.
El Ceiisa implementa, en la actualidad, programas de información y capacitación con niños. En los programas se desarrollan alternativas ecológicas para mejorar la producción sustituyendo los plaguicidas tóxicos por caldos sulfocálcicos, abono bocashi, soluciones de orina de vaca, entre otros.
“Evitar que los niños apoyen en la agricultura familiar parece una tarea imposible”, señala Fuentes. Es así que en los programas de capacitación se recomienda a los más pequeños bañarse después de cada fumigación, y cambiarse la ropa, como medidas básicas de prevención.
El 65 por ciento de productores se niega a aceptar el peligro
“Si todos mis hijos hubieran nacido, tendría veinte, en total han debido nacer unos 10, pero ahora sólo viven cinco” es uno de los testimonios rescatados por investigadores del Ceiisa. Las respuestas que dieron las mujeres a esta situación son: “Es que no soy fértil”, “estoy enferma”, “El feto no se fijó bien en mi vientre”, todo menos que fue a consecuencia de la exposición constante a los plaguicidas.“La naturalidad con la que se refieren a estos casos es alarmante, ya que parece no afectarles en lo absoluto”, expresó la responsable técnico del Ceiisa, Janneth Fuentes.
Los dolores de cabeza, irritación en la piel, ardor en los ojos, son justificados por respuestas como “no desayuné bien”, “anoche me trasnoché”, o “vine corriendo”.
Actitudes como ésta se reflejan al menos en el 65 por ciento de la población que niega los efectos nocivos de estos químicos, o porque salen en su defensa para no tener que dejarlo y bajar su producción. Tratando de encontrar una explicación a la reacción de las madres, Fuentes señaló que la idiosincrasia de las personas dificulta que puedan ver el daño en su verdadera magnitud. “Los plaguicidas llegaron a las comunidades rurales como “Jampi” o medicina para las plantas, como algo que cura y no como algo que pueda dañar”.
Las políticas de Gobierno no consideran la prevención
Janneth Fuentes Técnico del CeiisaLa falta de políticas de Gobierno para regular la importación para prevenir nuevas víctimas de plaguicidas, mutilan toda posibilidad de reducir el daño.
En Bolivia la única reglamentación para la importación -Reglamento para el registro y control de plaguicidas/Art. 30- restringe pero no prohíbe plaguicidas Ia (los más tóxicos). El artículo señala que “el registro está sujeto a un estudio Riesgo/Beneficio realizado por la empresa registrante y sometida a la opinion del Consejo Nacional de Plaguicidas (Conapla), quien derivará su informe a Senasag, el que tomará la decisión de otorgación de registro, en caso favorable será con uso restringido”.
ATENCIÓN Consideran-do la atención y las limitaciones en la formación de profesionales para atender a las víctimas de los plaguicidas, las universidades bolivianas ven dicha formación de manera superficial.
La malla curricular en las universidades y centros de formación superior no incorporan temas y mucho menos materias que brinden a los futuros profesionales los conocimientos especializados para la atención debida y oportuna de la población.
Cuando no se cuenta con el conocimiento preciso de cómo atender a una persona que sufrió alguna intoxicación severa, o crónica, en lugar de ayudarla, puede acelerar su muerte. Sesenta organizaciones trabajan en el país para concienciar a productores sobre el peligro de uso indiscriminado de plaguicidas.
En Cochabamba el Centro de Estudios e Investigación en Impactos Socio Ambientales (Ceiisa) es el coordinador de la Red de Acción en Plaguicidas y Alternativas de América Latina (RAP-AL), que articula a organizaciones e instituciones de 18 países que objetan el modelo de producción agrícola basado en monocultivos, y el uso masivo de plaguicidas.
Consultas al autor: ceiisa@ceibo.entelnet.bo
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